1 de agosto de 2013

Capítulo diecinueve.

Último del día.


Unas semanas más tarde, Peter estaba revisando unos documentos cuando Nico salió de su despacho y lo llamó.

— ¿Puedes venir un momento?

— Sí, claro. —Se levantó y apagó la computadora. Últimamente no se fiaba de nadie y, siempre que él no estaba delante, bloqueaba su computadora.

— ¿Pasa algo? Se te ve preocupado. —Peter se sentó y cogió la pelota antiestrés que Nico tenía encima de su mesa.

—Sí. ¿Quieres dejar esa pelota? Lo siento, estoy nervioso. —Nico andaba de un lado a otro—. ¿Has descubierto algo sobre el robo de los artículos?

—No, aún no. He estado preguntando y nadie parece saber nada. Incluso he hablado con un periodista de la revista The Scope y para él los artículos eran originales. Parece como si no hubieran existido antes de que ellos los publicaran. Todo sigue siendo muy confuso. ¿Por qué lo preguntas? ¿Has averiguado algo?

—No, bueno, no sé. He estado pensando que la persona que roba los artículos tiene que trabajar aquí. Antes de que te sulfures, escúchame. Tú mismo lo has dicho, es como si los artículos nunca hubieran existido, sólo había tenido acceso a ellos nuestro personal. Los únicos que nunca han sido robados son los que escribes tú, y ni siquiera yo conozco los códigos de tu ordenador. Tiene que ser alguien que trabaje aquí y a quien no le gustamos demasiado.

— ¿Adonde quieres llegar? —Peter estaba cada vez más confuso. A él no le gustaba desconfiar de sus compañeros. Algunos de ellos eran además sus amigos, pero la idea de Nico no era totalmente descabellada.

—He pensado que podríamos echar un vistazo a los currículos de todos, a ver si encontramos alguna pista. Yo empezaré con el equipo de dirección y los administrativos. Tú empieza con los periodistas, fotógrafos y diseñadores. ¿Te parece bien?

—No, no me parece bien, pero acepto; quizá pueda sernos útil. Pero con una condición.

—Tú dirás.

—Sólo lo haremos tú y yo. No quiero que nadie más se entere, y cualquier cosa que encontremos la hablaremos antes de hacer nada. Y, Nico, cuando digo nadie es nadie, ni siquiera Agustín. —Peter le sostuvo la mirada a Nico.

—Está bien, sólo tú y yo —suspiró—. No puedo entender por qué tú y Agustín ya no se lleven bien. Fuiste a la universidad juntos, y ya sé que mi sobrino puede ser un poco difícil a veces, pero su trabajo aquí ha sido muy bueno.

—Como tú muy bien has dicho, Agustín puede ser difícil. Dejémoslo en que tenemos estilos diferentes. —Peter no tenía intenciones de contarle a Nico que su sobrino era un egoísta que sólo utilizaba a sus amigos, así que decidió cambiar de tema—. ¿Vas a pasar fuera este fin de semana?

—No, y ahora que lo pienso, a Gimena y a las niñas les encantaría conocer a tu novia. La verdad es que desde que les conté lo de Lali no hacen más que insistir en que los invite. Vaya, ¡no sabía que fueras capaz de sonrojarte tanto!

—Yo no me sonrojo, y Lali no es mi novia. —Peter se arrepentía ya de haber preguntado por el fin de semana, y apretaba tanto la pelota antiestrés que temía por la integridad del artefacto.

—Suelta la pelota, la vas a romper. Ya, bueno, si no es tu novia es que eres idiota. La última vez que conocí a una chica como ésa, me casé con ella y tú sabes que ha sido lo mejor que he hecho en mi vida. En fin, piénsalo, Lali, tu no-novia, y tú podríais venir a cenar el sábado y, si quieres, se pueden quedar a dormir. A las niñas les encantaría y a mí me gustaría recordarte quién te enseñó a jugar al ajedrez.

—Está bien, lo pensaré. Pero prepárate para perder miserablemente.

—¡Ya, sigue soñando! Sal de aquí y vuelve a trabajar.

Lali no había visto a Peter durante todo el día. Era raro. Desde que habían vuelto a hacer las paces, él iba a saludarla en algún momento; seguro que había estado muy ocupado. La verdad era que ella también lo había estado. Además, ese día se sentía muy melancólica; al marcar la fecha en el calendario que tenía encima de su escritorio, se había dado cuenta de que prácticamente sólo le quedaban dos meses para volver a Argentina. Dos meses. Era muy poco. En ese instante sonó el teléfono.

— ¿Diga?

—Lali, soy yo. —Era Peter—. ¿Cómo estás?

—Bien. ¿Y tú? Hoy no te he visto. ¿Pasa algo?

—No, nada, lo de siempre, trabajo. —«Y que no paro de pensar en ti», se dijo para sus adentros.

— ¿Puedo hacer algo? —preguntó Lali.

—No, pero gracias por preguntar. Nos vemos luego en casa. —Peter se dio cuenta de que le encantaba tener ese tipo de conversación con ella.

—Sí, claro, hasta luego. —Y colgó el teléfono.

Tras esa conversación, Peter se quedó pensativo. Era incapaz de recordar lo que había pasado la noche en que se puso enfermo, pero se acordaba perfectamente de que antes de que se fueran a dormir, Lali le había dicho que iba a alquilar un nuevo apartamento. Supuso que al haber estado cuidándole durante todo el fin de semana no había podido ir a finalizar los trámites, pero le inquietaba saber si continuaba teniendo esa idea en mente. Él no quería que ella se fuera de su casa. No quería perderla antes de que ella regresara a Argentina. Tenían que aclarar ese tema antes de que fuera demasiado tarde, pero no sabía cómo plantearlo. Cerró los ojos un instante para pensar y de repente tuvo una idea. Ella siempre le cocinaba platos maravillosos, había llegado el momento de que él hiciera lo mismo. Seguro que en Internet encontraría alguna receta que podría serle útil. Buscó por unas cuantas páginas y, cuando dio con lo que necesitaba, apagó el ordenador y ante la mirada atónita de Nicolás y Candela, se fue a su casa.
Cuando Lali salió del trabajo, decidió replantearse su actitud. Era verdad que ya sólo le quedaban dos meses y pico, pero estaba en sus manos hacer que fueran increíbles, tenía que disfrutarlos al máximo. Era cierto, Argentina y Londres no estaban precisamente al lado, pero seguro que seguiría viendo a sus amigos. Lo de Peter ya era más complicado. Desde que estuvo enfermo, Lali había decidido dejar de engañarse: estaba enamorada. Pero no como lo había estado de pequeña, no, nada que ver. Ahora lo conocía, sabía que era un buen amigo, que era un nieto fantástico y que estaba muy herido y confuso. Tal vez pudiese ayudarlo de alguna manera. Tenía algo más de dos meses para averiguar qué había pasado con su padre y con su madre y, quizá, cuando se fuera, él la echaría tanto de menos como ella a él. No había tiempo que perder. De camino al apartamento, decidió poner en marcha su plan y llamó a Nana. Desde que llegó a Londres, se habían visto en un par más de ocasiones, y Lali estaba convencida de que era la aliada que necesitaba.

—¿Diga?

—¿Nana? Soy Lali, la amiga de Peter. —Las risas de Nana la interrumpieron.

—Lali, ya sé quién eres, no hace falta que me lo recuerdes. ¿Cómo estás? ¿Van a venir pronto? 
El pasado fin de semana Peter no me llamó. ¿Ha pasado algo?

—Estoy bien. No creo que podamos ir este fin de semana, Peter tiene mucho trabajo, ha estado enfermo, por eso no te llamó, y a mí se me pasó. Lo siento.

—¿Enfermo? Peter nunca está enfermo. —Nana parecía preocupada.

—Pues esta vez sí. La verdad es que me dio un susto de muerte. Tuvo tanta fiebre que pensé... En fin, por suerte ya está bien.

—Lali, ¿de verdad está bien? De pequeño una vez le subió mucho la fiebre, tuvo pesadillas y llegó a delirar. Lo pasó muy mal. Espero que esta vez no haya sido así.

Lali decidió arriesgarse y seguir con su plan.

—Sí, también fue así. Él no se acuerda y yo no se lo he contado. Nana, he llamado para pedirte un favor. —Esperó la respuesta mientras oía cómo Nana suspiraba:

—Sabía que no me equivocaba contigo. Dime, ¿qué necesitas?

—La verdad. Quiero saber qué le pasó al padre de Peter  quiero saber por qué Salvador empezó a beber y por qué no le importó que su hijo lo viera todo. Quiero saber por qué Peter tiene miedo del amor.

Silencio otra vez.

—Lali, Salvador era mi hijo, le quería, le querré toda mi vida, aunque no pueda perdonarle. No estoy dispuesta a que Peter pase otra vez por ese infierno. Así que, dime, ¿por qué quieres saberlo?

—Porque lo quiero y quiero ayudarlo.

—Ésa es una gran razón, la mejor. —Suspiró—. La próxima semana tengo que ir de visita a 
Londres, te llamaré. Podemos vernos entonces y te contaré todo lo que sé. —Volvió a suspirar.

—Gracias, no puedo ni imaginar lo difícil que debió de ser todo para ti.

—Sí, pero Peter merecía la pena. Es un chico fantástico y creo que tú eres una chica fantástica. Nos vemos en unos días y, Lali, si quieres un consejo...

—¿Sí?

—No le cuentes nada aún a Peter.

—No iba a hacerlo.

—Ja, ja, ja... sabía que eras lo que él necesitaba. Besos.

—Adiós.

Lali colgó el teléfono. Ahora sólo tenía que esperar.

17 comentarios:

  1. me puse al día de nuevo... perdón perdón por la demora que llevo últimamente , pero con la mudanza no doy mas jeje esta muy muy interesante! espero mas y si me demoro en comentar perdón un beso @cf_planzani_cat

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  2. Hahaha me encanta la nove esta buenísima quiero massss :3

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  3. Hola soy nueva y me encanta tu nove es hiper linda... Segui escribiendo.. Besos soy anto

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  4. Hola! Soy una nueva lectora! está muy buena la nove!. Me re engaché :) .. Estuve leyendo y te cuento q siento un poco de miedo con el tema del robo porque se me hace q puedan querer culpar q Lali y q Peter se enoje con ella.. Son sólo hipótesis que he sacado jejeje.. Vamos a ver cómo sigue la historia!. Bueno sos una genia!. Segui subiendo :)
    Jenny

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  5. Holaaa amo tu novelaa! :) la leo siempre y te recomiendo :) ... Subi novela nueva te pasas? http://casijuegosca.blogspot.com.ar/ gracias besos

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  6. Maaaas!! esta buenisimaaa!!!!!

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  7. VIVA NANA!!! =) Espero mas nove Besos

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  8. Masssss noooveee por favorrrrrrrr!!!!

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  9. masssssssssssssssssssssssssss porfaaaaaaaaaaa esta buenaaaaa

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  10. Que pasó con la nove??? Seguí subiendoo massss por favorrr!

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  11. Mas nove, esta muy buena!!!!

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  12. volve a subir pos favor! Me encanta tu novela

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  13. Seguí subiendo por favor! Entro siempre a ver sí subíste! Volver por favor! Jajajajaja

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