28 de febrero de 2013

MARATÓN: Capítulo diecinueve.



Sí chicas, maratón hasta mañana. Diez comentarios y os pongo el próximo. Bueno chicas, hoy os hablo al principio del cap porque necesito que sepan un par de cosas:

  1.  Un grupo de Teenaticas españolas (yo incluida) tenemos un blog informativo sobre Aliados, es el siguiente: http://siemprealiadasdecris.blogspot.com.es/ Me harían un gran favor si entran y se unen, o simplemente leen. 
  2. Estamos haciendo una intervención creativa para que a España llegue #ElAdios3D. ¿Nos pueden ayudar con #EspañaQuiereElAdios3D? Ya ha llegado a Italia. 
  3. Toda persona que se quiera unir al Teenaticas Españolas solo tiene que unirse a la siguiente pagina de face: Teenaticas España. o hablar por ejemplo conmigo. 
Muchas gracias por leerme y espero que ayuden. Besos a todas y a continuación el cap.




Él se sienta en su silla y me dirige una mirada divertida. —Alguien esta de pésimo humor. — y ríe. Pero yo solo me encojo de hombros y dejo caer mi mochila al suelo.

— ¿Por qué tanta prisa?— se inclina hacia mí. —El Sr. Amadeo se va a quedar en su casa. Yo me giro. 

— ¿Cómo-?— pero luego me detengo antes de poder terminar. O sea ¿cómo Peter puede saber lo que yo sé, que el Sr. Amadeo sigue en su casa, con resaca, sufriendo por su esposa e hija que lo dejaron recientemente?

—Vi a la sustituta mientras te esperaba, — él sonríe. —Se veía un poco perdida, así que la acompañé hasta el salón de maestros, pero se veía tan confundida que probablemente termine en el laboratorio de ciencias en lugar de aquí.—  Al momento que lo dice, sé que es cierto porque la acabo de ver entrando a otra clase pensando que era la nuestra. 

—Y dime ¿qué he hecho para haberte hecho enojar tanto?—  Yo miro a Paula susurrarle al oído de Luna y veo como sacuden su cabeza y me miran.  —Ignóralas, son idiotas, — Peter susurra, inclinándose hacia mí y 
poniendo su mano sobre la mía. —Lo siento no he estado contigo mucho tiempo. Tuve una visita que no pude evitar. 


— ¿Te refieres a Euge?— y al momento que lo digo, me avergüenzo de lo mal y celosa que soné. Deseando poder ser más natural y calmada, actuar como si ni siquiera hubiera notado como todo cambió el momento que ella apareció. Pero la verdad es que eso es completamente imposible para mí porque estoy más cerca de ser paranoica que de ser ingenua.

—Lali -— él comienza.

Pero como ya he comenzado, más vale que continúe. — ¿Has visto últimamente a Cande? Es como una pequeña copia de Euge. Se viste como ella, actúa como ella, incluso tiene el mismo color de ojos. En serio, ve un momento a la mesa del almuerzo y lo verás. — Lo miro como si él fuera el responsable, como si fuera su culpa. Pero al momento que nuestros ojos se encuentran, estoy nuevamente bajo su hechizo, un indefenso pedazo de metal contra su irresistible fuerza magnética.

El respira profundamente, luego sacude su cabeza mientras dice, — Lali, no es lo que tú piensas. Déjame arreglar las cosas contigo. Déjame salir contigo, ir a un lugar especial, por favor. 

Puedo sentir en mi piel la calidez de su mirada, pero no me voy a arriesgar a mirarlo. Quiero que él se preocupe, que tenga dudas. Quiero alargar esto lo más que pueda. Así que me muevo en mi silla, lo miro brevemente y digo, —Ya veremos. 

Cuándo salgo del quinto periodo, la clase de historia, Peter me está esperando en la puerta y, pensando que él solo quiere acompañarme hasta la mesa del comedor, le digo, —déjame antes dejar mi mochila en mi casillero.

—No hay necesidad.— El sonríe, rodeando mi cintura con su brazo. —La sorpresa comienza ahora. —

— ¿Sorpresa?— y cuando miro a sus ojos, el mundo entero se achica hasta solo ser él y yo, rodeados por estática.

El sonríe. —Ya sabes, te voy a llevar a lugar especial. Tan especial que olvidarás mis transgresiones. —

— ¿Y qué pasa con nuestras clases, nos saltaremos el resto del día?—yo cruzo mis brazos sobre mi pecho, aunque es solo por apariencias. El ríe y se inclina hacia mí, sus labios rozando el lado de mi cuello formando la palabra sí, y mientras me alejo estoy sorprendida de escucharme decir ¿cómo? en lugar de no.

—No te preocupes. — él sonríe, apretando mi mano mientras me lleva hacia la salida. —Estarás a salvo conmigo. 
                                                                      ..........

¿Disneylandia? Bajé del auto con él, quedando en shock. De todos los lugares que pensé que iríamos, este nunca figuró en mi lista.

— He oído que este es el lugar más feliz de la tierra. ¿Habías venido? – Niego con la cabeza. — Bien, entonces seré tu guía.   Él pone su brazo alrededor de mí, guiándome hacía el interior del lugar. Bajamos por la calle. Intento  imaginarlo viniendo aquí antes. Él es tan pulcro, tan sofisticado, tan sexy, tan cuidadoso, es difícil imaginarlo viniendo a un lugar donde rigen las reglas de Mickey Mouse.   Siempre es mejor venir entre 
semana, cuando no hay tanta gente– dice, cruzando la calle. —  Vamos, te enseñare New Orleans, es mi parte favorita.

– ¿Vienes aquí seguido? – Me detengo en medio de la calle esperando su respuesta.

– ¿Te dije que me acabo de mudar aquí? – Él ríe– Me acabo de mudar aquí. Pero eso no significa que nunca haya estado aquí. – Él dice, llevándome hacia la mansión embrujada.

Luego de La Mansión Embrujada, nos dirigimos a la atracción de los Piratas del Caribe y cuando terminamos con esa, él me mira y dice, — ¿y cuál te gustó más?—

— El de los piratas, — digo, asintiendo con la cabeza. — Bueno, los dos estuvieron bien. — me encojo de hombros. — Pero los piratas tienen a Johnny Depp, así que eso les da mucha ventaja, ¿no crees?

— ¿Johnny Depp? ¿Así que con eso tengo que competir?— el alza una ceja.

Yo me encojo de hombros, mirando los jeans oscuros de Peter, su camisa negra de mangas largas y esas botas. Cualquier artista de Hollywood parecería un duende comparado con él, pero yo no voy a admitir eso.

— ¿Quieres ir otra vez?— él pregunta con sus ojos oscuros destellando.

Así que vamos otra vez y luego nos dirigimos a La Mansión Embrujada y cuando llegamos a la última parte en donde los fantasmas se sientan junto a ti en tu carro, casi espero ver a Luz apretujada entre nosotros, riendo, saludando y haciendo payasadas. Pero en cambio, es solo una de esas caricaturas de Disney representando un fantasma y recuerdo que Luz está en esa cita y supongo que debe estar muy ocupada. Luego de terminar las mismas atracciones, terminamos sentados en una de las primeras mesas en el restaurante Blue Bayou, que está dentro de la sección de los Piratas del Caribe, y mientras tomo de mi té helado, lo miro a él y digo, 

— Ok, resulta que sé que este es un parque enorme y que tiene más de dos atracciones. Atracciones que no tienen nada que ver con piratas o fantasmas. 

— Yo también he escuchado eso — él sonríe, ensartando calamares en su tenedor y ofreciéndomelos. — Ellos solían tener una que se llamaba Misión a Marte. Era conocida como la atracción de los besos porque era bien oscuro adentro. —

— ¿Sigue aquí?— pregunto, toda mi cara sonrojándose cuando me doy cuenta que he sonado demasiado entusiasmada. — No es que quiera ir o algo. Es simplemente curiosidad. —

Él me mira, su cara obviamente divertida, luego sacude su cabeza y dice, — No, lo cerraron hace mucho. —

— ¿Y tu ibas a la atracción de los besos cuando tenías cuánto, dos años?— le pregunto, alcanzando una salchicha rellena de champiñones y esperando que me sepa bien.

— Yo no. — él sonríe. — Eso fue mucho antes que yo. —

Normalmente yo haría cualquier cosa por evitar un lugar como este. Un lugar tan congestionado con la energía de la gente, de sus brillantes auras, su incómoda colección de pensamientos. Pero con Peter es diferente, sin esfuerzos, placentero; porque siempre que me toca, siempre que me habla, es como si nosotros fuéramos los únicos allí. Luego del almuerzo, paseamos por todo el parque, vamos a todas las atracciones rápidas y evitamos las que tienen que ver con agua, o al menos las que terminas con tu ropa empapada, y cuando comienza a oscurecer, él me lleva al castillo de la Bella Durmiente y nos ubicamos cerca del foso y esperamos que comience el espectáculo de fuegos artificiales.

— ¿Estoy perdonado?— él pregunta, sus brazos alrededor de mi cintura, sus dientes jugueteando con mi cuello, mi mandíbula y oreja. El súbito estallido de los fuegos artificiales, su retumbante chisporroteo y chasquido, parecen débil y lejanos mientras nuestros cuerpos se apretujan y sus labios se mueven contra los míos.
— Mira, — él susurra, apartándose y señalando hacia el cielo, hacia una propulsión de ruedas color púrpura, cascadas doradas, fuentes plateadas, crisantemos rosados, y para el gran final, una docena de tulipanes rojos. Todos ellos destellando y explotando en una sucesión tan rápida que hace vibrar el concreto bajo nuestros pies.

Espera, ¿tulipanes rojos?


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