Capítulo siete.

Entro a mi casa, agarro una botella de agua del refrigerador y luego subo las escaleras directo a mi habitación. No tengo necesidad de ir a otra parte ya que sé que Gimena sigue en el trabajo.

Me siento mal por ella. Me apena que la vida por la cual trabajó tanto cambiara para siempre desde el día que se vio obligada a hacerse cargo de mí. Probablemente yo debería saber por qué mi tía no tiene hijos ni pareja, puesto que soy psíquica, pero yo no puedo ver las motivaciones de una persona, lo que mayormente veo son eventos. Como una cadena de imágenes reflejando la vida de alguien. Pero hay veces que solo veo símbolos que debo descifrar para poder entender. A veces se puede poner un poco confuso el tratar de entenderlo todo. Pero las imágenes nunca mienten.

De todas maneras, no creo que tenga que ser clarividente para saber que cuando las personas sueñan con tener hijos, usualmente piensan en una cosita llena de alegría envuelta en sábanas de colores pasteles y no en una adolescente de 1’50 de estatura, ojos azules, pelo rubio y una tonelada de problemas emocionales. Así que por eso trato de mantenerme callada y respetuosa para no estorbar a Gimena. Pero sobre todo, jamás le dejaría saber que hablo casi todos los días con mi hermanita muerta.

La primera vez que Luz apareció, estaba parada al pie de mi cama en el hospital, en medio de la noche, sosteniendo una flor con una mano y saludando con la otra. Aún no estoy segura de qué fue lo que me despertó supongo que simplemente sentí su presencia o algo. Al principio pensé que estaba alucinando, que era solo un efecto secundario de las medicinas que estaba tomando para el dolor. Pero luego se acercó a preguntarme como estaba. Me encogí de hombros, y aun cuando seguía sin estar segura de que era en realidad ella, pregunté — ¿Dónde están mamá, papá y Buttercup? —, pero ya se había ido.

La segunda vez que se apareció estaba tan agradecida de verla que ni siquiera mencioné el hecho de que llevaba puesto ropa mía y el brazalete de pendientes que me regalaron cuando cumplí trece años y que siempre supe que ella quería. En cambio simplemente sonreí y actué como si no lo hubiera notado mientras me inclinaba hacia ella y le preguntaba, — ¿y dónde están mamá y papá? —, pensando que si me concentraba y miraba bien, quizá podría verlos. Pero Luz solo sonrió y movió las manos a ambos lados. — ¿Quieres decir que son ángeles?— mis ojos se abrieron y ella sacudió negativamente la cabeza.  — Está bien... ¿te gusta vivir en el cielo?

Ella cerró sus ojos y alzó las manos y luego, de la nada, apareció una pintura. Me acerqué observando la imagen de lo que seguramente era el paraíso, pintado de blanco opaco y enmarcado en un elaborado marco dorado. — ¿Y por qué no estás allí ahora?— le pregunté. Y cuando se encogió de hombros, la pintura desapareció y también ella.

Estuve en el hospital por más de un mes, sufriendo por huesos rotos, convulsiones, hemorragias internas, cortaduras y moretones, y una cortada bastante profunda en mi frente mientras Gimena preparaba mi bienvenida. 

Ella decidió hacerse cargo de mi para hacer lo correcto, aunque a veces se preguntaba por qué. 

Supongo que yo nunca me pregunté: ¿Por qué a mí? 

Mayormente pienso: ¿Por qué a ellos y no a mí?

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Sí, este cap es medio embole, pero aparece la hermanita de Lali. Ya sabemos que murieron, ¿pero como es que Luz se le aparece? Aaaaah lean y firmen. Las quiero, y gracias por casi las 1000 visitas en solo dos días.  

Twitter: @laoctavallave.