26 de julio de 2013

Capítulo doce.

MARATÓN:
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Lali pensó que si tenía que esperarlo, bien podía hacerlo con estilo, y decidió cocinar algo. Por su parte, Peter se pasó toda la reunión mirando el reloj. Cuando por fin terminó, se despidió de todos los directivos sin perder un minuto y salió a toda prisa del edificio. Estaba impaciente por llegar a casa y hablar con Lali  Lo tenía todo pensado; primero se disculparía otra vez por lo de esa noche, luego se disculparía por su comportamiento de las últimas dos semanas, y más tarde le advertiría sobre Simón. Seguro que, después, todo volvería a la normalidad: ellos dos serían amigos de nuevo y, dentro de más o menos cuatro meses, ella regresaría a Buenos Aires y él seguiría allí, con su corazón intacto y su vida tal como a él le gustaba.

—¿Hola? —saludó Peter al abrir la puerta.

—Hola, ¿qué haces ahí quieto en la entrada? ¿Te pasa algo? —Lali había salido de la cocina. Llevaba un pantalón de algodón gris con una sudadera rosa que le dejaba un hombro al descubierto, y blandía una cuchara en la mano.

—No. No me pasa nada. ¿Ese olor viene de mi cocina?

—Sí. Hacía tiempo que me apetecía comer lubina al horno y hoy me he decidido a prepararla. Espero que te guste. ¿Quieres cenar conmigo o ya has cenado? —Lali volvió a la cocina para comprobar que el pescado estuviera en su punto.

—Sí, quiero cenar. No, no he cenado antes, y si me das cinco minutos, me cambio de ropa y pongo la mesa. ¿Te parece bien?

—Sí, me parece perfecto, pero que sean dos minutos, el pescado casi está.
En su habitación, Peter se cambió de ropa, se puso un pantalón de algodón que utilizaba a veces para ir a correr, y una camiseta, e intentó borrarse de la cabeza la insinuante imagen del hombro de Lali. No pudo. Salió de la habitación y puso la mesa.

—¿Puedo hacer algo más? —preguntó luego.

—No, ya está. Siéntate. Pero luego tú te encargas de recoger los platos y limpias la cocina.

—Claro, si tú cocinas, yo limpio. Como debe ser, ¿no? —dijo él, y le guiñó un ojo.
Lali sirvió la comida y los dos empezaron a cenar. Peter fue el primero en romper aquel cómodo silencio:

— ¿Aún sigues enfadada?

—Nunca he estado enfadada. —Al ver que él levantaba una ceja añadió—: Es sólo que, en estas últimas dos semanas, no hemos coincidido mucho. —Lali había decidido seguir los consejos de Simón y fingir que ella no lo había echado de menos. Según Simón  nada ponía más nervioso a un hombre que sentirse ignorado.

—Ya. —Como no sabía qué más decir, optó por seguir con el pescado.

—Esto era lo que querías, ¿no? —Lali bebió un poco de agua y continuó—: Volver a tener tu espacio, recuperar tu vida. Al menos eso me pareció entender, y creo que tenías toda la razón. —No estaba dispuesta a que él creyera que ella no pensaba lo mismo que él.

Peter la miró estupefacto. Se había estado comportando como un idiota; la había estado evitando para nada. Entonces se dio cuenta de que había música, y sonrió.

—¿Sinatra?

—Sí, es ideal para cocinar y para bailar. Tiene un ritmo especial, como si te guiara. No sé.

—¿Sabes que eres la única persona que conozco que considera la música de ese modo? En fin, creo que sólo hay una manera de comprobar tu teoría de Sinatra y, como no tengo ni idea de cocinar, ¿quieres bailar conmigo?
Peter se levantó de su silla y le tendió la mano mientras sonaba Fly me to the moon.

—¿Te has vuelto loco? ¿Bailar aquí?

—Sí, claro. Vamos, no seas cobarde. —La miró a los ojos, desafiándola.

—Está bien, pero luego no digas que soy yo la que hace cosas raras.

Se levantó de la silla y aceptó el reto.
Lali estaba de pie frente a Peter  Él le tomó las manos y las colocó alrededor de su cuello y, con las suyas, le recorrió lentamente la espalda para acabar apoyándose justo en sus caderas.

—Lali, te he echado de menos. Baila conmigo. Por favor. —Peter sabía que eso le iba a causar problemas, y que era justo lo que no tenía que hacer, pero no pudo evitarlo.

—Yo también te he echado de menos.

Empezaron a bailar suavemente. Lali apoyó su mejilla en el pecho de Peter y notó cómo latía su corazón, cómo le temblaba la respiración. Él bajó la cabeza para así poder notar su perfume, el olor de su pelo y, a la vez, besarle el cuello, el hombro que lo había vuelto loco durante la cena, la mejilla. Le acariciaba la espalda, primero por encima de la sudadera, hasta que el tacto del algodón no fue suficiente, y decidió arriesgarse y tocarla de verdad, por debajo, sentir su piel. Al notar la mano de Peter por debajo de la camiseta, Lali se apartó sorprendida, pero no tuvo tiempo de decir nada, pues Peter la besó con todas sus fuerzas, como si la vida le fuera en ello.
Ella le respondió. Le encantaba cómo la besaba, como si la necesitara para respirar. Un beso siguió a otro, Peter seguía acariciándola y besándola, primero en la boca, luego en el cuello. La canción ya se había acabado, pero a ninguno de los dos parecía importarle. Lali quería tocarlo a él, así que también se atrevió a meter las manos por debajo de la camiseta. Sonrió al notar cómo Peter se estremecía. Era increíble, tenía un torso único y no tenía bastante con tocarlo, quería verlo, así que se arriesgó y le quitó la camiseta.

—Lali, ¿no te han dicho nunca que es de mala educación mirar así a alguien? —bromeó él mientras le besaba los nudillos de la mano y empezaba a recorrerle el brazo con los labios.

—Ah, sí, no sé. Creo que lo que de verdad sería de mala educación es no mirar. Y, sin duda, no besarte sería aún peor.

Él apartó la cabeza al oír ese comentario y la atrajo hacia él para besarla como hacía horas que deseaba hacer. Seguro que luego se arrepentiría, pero por el momento, estaba en el cielo. Peter se apartó entonces un poco, lo suficiente para poder quitarle a ella la camiseta, y entonces fue él quien se quedó sorprendido. La noche en que se acostaron, la habitación estaba muy oscura y apenas había podido apreciarla. Lali, incómoda, se sonrojó e intentó recuperar su camiseta.

—No, por favor. Deja que te mire. Eres perfecta. —La recorrió lentamente con la mirada y con las manos, acariciando cada centímetro, como si quisiera aprenderse sus formas de memoria—. Princesa, no tienes ni idea de todo lo que tengo ganas de hacerte. Primero voy a tocarte, a acariciarte, después voy a besarte. Por todo el cuerpo. Y luego, cuando ya no podamos aguantarlo más, haremos el amor. Hasta el amanecer.

—Hablas demasiado, Pit.

Lali lo besó como nunca antes había besado a nadie. A él le encantaba cómo lo hacía, cómo su cuerpo se adaptaba al suyo, cómo respondía a sus caricias, pero lo que más le gustaba era el calor que sentía cuando lo llamaba «Pit». Necesitaba estar con ella, tocarla, saber que ella lo deseaba tanto como él. Dejó de besarla, tenía que recuperar un poco el control o todo acabaría demasiado pronto. Sorprendida, Lali preguntó:

—¿Te pasa algo? —Le acariciaba la nuca y le besaba el cuello.

—No, nada malo. —Él también le besaba el cuello dirigiéndose hacia los pechos.

—¿Y bueno? —Lali se estremeció al notar cómo le desabrochaba el sujetador.

—¿Bueno?
Peter no tenía ni idea de lo que le preguntaba; apenas podía recordar su propio nombre.

—Sí, tonto, ¿te pasa algo bueno? —Lali tenía el pulso acelerado y las piernas ya no le respondían.

—Ah, sí, compruébalo tu misma. —Tomó la mano de Lali y la guió hasta su entrepierna—. Tócame.

—Claro, siempre que tú hagas lo mismo.
Se atrevió a meter la mano por dentro del pantalón de Peter.

—Dios, Peter, para. No, no pares. Vamos a mi habitación. Quiero que estés en mi cama ya.
La tomó en brazos, besándola con toda la pasión que sentía.
Y entonces sonó el teléfono. 

Los tres primeros timbrazos no los oyó ninguno de los dos, pero el cuarto logró captar su atención.

—Peter, el teléfono. —Lali intentaba zafarse del abrazo para que él pudiera contestar.

—No voy a atenderlo, ahora mismo estoy ocupado. —Siguió besándola en el ombligo.

—Atiéndelo, a lo mejor es importante. —Aunque la verdad era que no quería que él dejara lo que estaba haciendo.

—Esto sí que es importante. —Empezó a bajarle el pantalón—. Ya saltará el contestador automático, princesa.

Y eso fue exactamente lo que pasó, que saltó el contestador automático y Pablo empezó a hablar por el altavoz. Peter se quedó paralizado.

—Hola, Peter  supongo que para variar no estás en casa. He llamado al celular y tampoco te he localizado, supongo que estarás por ahí, con alguno de tus ligues. —Al oír la palabra «ligues» Lali se separó de Peter como si tuviera una enfermedad contagiosa—. En fin, sólo te llamaba para preguntar cómo estaba Lali  ya sabes que es mi debilidad. No quiero llamarla a ella para no parecer el típico hermano mayor histérico, pero como lo soy, he decidido llamarte a ti. Volveré a intentarlo más tarde. Cuida de mi pequeña. Adiós.

El pitido del contestador sacó a Lali del estado de trance en el que había entrado. Peter  por su parte, estaba ya completamente vestido; había recuperado su camiseta y su actitud de témpano de hielo al segundo de oír la voz de Pablo.

—Lali, vístete, por favor. —Le acercó el sujetador y la camiseta. Le temblaba un poco el pulso, pero su cara no mostraba ninguna emoción más allá del enfado y la vergüenza.
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No sé que pasó. El capítulo estaba programado para una hora en concreto y no se publicó. Supongo que lo habré hecho mal jajajaja. Sigue la maratón: + 10 comentarios.

12 comentarios:

  1. maratón maratón maratón maratón maratmaratónón

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  2. Uuuuu no pablo pablito corta mambos más oportuno no podía ser

    Quiero mass nove

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  3. Noo! Justo,en ese momento! Igual ns si no fue mejor, xq si pasaba y el volvía a hacer lo,mismo era cm,para matarlo jaja

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  4. siempre lo mismo con peter.... pobre lali

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  5. Quiero maratón! Jjaja masa por favor

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  6. Yo quiero que lali se valla para ver q hac peter

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  7. Dame una M! Te doy una M! Dame una A ! Te doy la A! Dame una R! Te doy la R! Dame una A! Te doy la A! Dame una T! Te doy la T! Dame una O! Te doy la O! Dame una N! Te doy la N! Y que formamos?? MARATON!! Ra ra ra (?

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