10 de julio de 2013

Capítulo seis.





¿Te apetece ir a cenar hoy con mis amigos? —preguntó Peter, sacándola así de su ensimismamiento. Era viernes y seguro que los amigos habían reservado en algún sitio genial.

Claro. —«A lo mejor esta noche lograré saber qué sientes por mí», pensó Lali—. Si a ti te apetece, por mí ningún problema.

Perfecto —respondió Peter  y se sacó el celular del bolsillo para llamar a Lucas y confirmarle su asistencia. Era curioso, sus amigos ya daban por sentado que él y Lali iban juntos a todos lados.

La cena era en un restaurante de Covent Garden, muy cerca de su casa; un sitio precioso, de esos donde los camareros van todos vestidos de negro. Esa noche, Lucas y los demás parecían empeñados en vaciar la bodega del restaurante, y en que Lali les contara los trapos sucios de la infancia de Peter.

Vamos, Lali  cuéntanos algo muy vergonzoso —suplicó Simón por enésima vez mientras volvía a llenarle la copa.

—Lali—la interrumpió Peter—, antes de hacerlo piensa en todas las cosas que yo sé de ti y que empezaré a contar. Sí, creo que comenzaré por aquel fin de año en que...
Lali le tapó la boca con las manos. El vino se le estaba subiendo a la cabeza.

—No te atreverás.
Peter se calló de golpe al notar las manos de Lali sobre sus labios. Ver cómo ella le sonreía era más de lo que podía aguantar; abrió un poco la boca, y cuando su lengua rozó los dedos de su carcelera, Lali lo soltó de inmediato. A él también le estaba afectando la bebida, porque de haber tenido sus facultades intactas, nunca le habría lamido los dedos.

—Está bien, no lo contaré. Pero a cambio de mi silencio, debes prometerme que no te dejarás convencer por estos canallas y que no te creerás nada de lo que te expliquen. —Guiñó un ojo a sus amigos y, afortunadamente, la conversación se dirigió hacia otros temas.

Bueno, Lali  ya que no vas a contarnos ningún trapo sucio de Peter  ¿por qué no nos explicas algo más sobre ti? —propuso Simón mirándola a los ojos—. Aún no me creo eso de que no tienes novio. ¿Es que todos los hombres de Buenos Aires están ciegos?
Lali se sonrojó, bebió un poquito más de vino y respondió:

—No son sólo los de Buenos Aires. Tampoco puede decirse que aquí hagan cola ante mi puerta.

Eso es porque no miras en la dirección adecuada —replicó Simón al instante.

—Ya, seguro que eso se lo dices a todas —dijo ella sonriéndole.

¡Pues claro! —soltó Simón, riéndose de sí mismo.

Todos deberíamos seguir tu ejemplo, Simón —intervino Lucas cuando también dejó de reírse—. Menos en aquel caso en que tuve que pedirle a aquella mujer policía que no te arrestara.

¿Qué? ¿Casi lo arrestan? —Lali miró entusiasmada a Lucas—. Cuéntamelo.

Eres un traidor —farfulló Simón, pero sin enfadarse, pues seguía sonriendo—. Te advierto que si esa boca empieza a hablar, yo les contaré a todos lo de la sueca.
Lucas meditó durante medio segundo y luego, con una sonrisa de oreja a oreja, dijo:

De acuerdo, cuéntaselo. Ya sabes que no soy vergonzoso.

—Sabía que podía contar contigo, Lucas. Vamos, empieza a hablar y no te olvides ningún detalle. 
—Lali volvió a servirse vino, e hizo lo mismo con la copa de Peter.

Mierda. —Simón cogió la servilleta para cubrirse la cara y no ver ni oír cómo todos sus amigos se reían de él. Así pasaron un par de horas más, riendo y bebiendo, hasta que Simón  viendo que el restaurante estaba ya vacío, les advirtió.

—Chicos, esta gente tiene que cerrar.

—Sí, ya es muy tarde. Lali, deberíamos irnos. Debes de estar cansada y a mí me iría bien dormir. Mañana tengo que revisar unos documentos... No todos podemos disfrutar de un sábado sin trabajo.

Peter, eres un pesado —lo interrumpió Lucas—, pero sigo queriéndote. Lárguense, nos vemos el lunes en el trabajo. Lali, como siempre, ha sido un placer.

—Eh, no te olvides de darme dos besos —gritó Simón acercándose a ella—. Me encanta esa costumbre tuya, creo que voy a apropiarme de ella.

Lali le dio un beso en cada mejilla y empezó a ponerse el abrigo. A las despedidas de Lucas   Simón siguieron las de los demás. Todos fueron muy cariñosos e intentaron sobornarla de varias maneras para que antes de irse desvelara algún chisme sobre Peter  Ella se despidió con una sonrisa y les prometió que en la próxima cena les contaría algo realmente «inspirador».

«Por fin solos», pensó Peter  La cena había sido muy agradable. Desde el primer día, Lali había conectado muy bien con todos sus amigos, y ellos parecían adorarla. Especialmente Simón  que esa noche la había estado mirando con mucho interés, tanto que había llegado a ponerlo nervioso. No era que a él le importara, pero ¿era necesario que cada dos palabras la piropeara y que no parase de darle palmaditas en la mano? ¿Y a qué había venido eso de los dos besos? Al día siguiente mismo hablaría con Lali para advertirle que Simón  aunque era uno de sus mejores amigos, no era de fiar. Iban caminando en silencio, hasta que ella interrumpió sus pensamientos.

—Peter, ¿te preocupa algo? Estás muy callado.

—No, no estoy preocupado. ¿Tú estás contenta? —Tras un silencio añadió—: Lo pareces.
Lali sonrió, no paraba de hacerlo.

Sí, lo estoy. Estoy contenta, feliz. Hace dos meses, estaba hecha un lío, no tenía trabajo, mi mejor amiga estaba más preocupada por su última conquista que por mí, y tenía miedo de qué pasaría al venir a Londres. Temía verte de nuevo y no saber hacer mi trabajo, y volver a enamorarme de... —Al darse cuenta de lo relajada que se sentía por culpa del vino, cerró la boca de golpe.

¿Enamorarte de quién? —Peter le tomó la mano que ella no había parado de mover mientras hablaba sin control. Estaban delante del portal, y Lali lo miraba perpleja. Notaba cómo el corazón le retumbaba en los oídos y cómo se le erizaban los pelos de la nuca.

De nadie. Tonterías, ya sabes. Hemos bebido demasiado —susurró ella, pero Peter  seguía mirándola fijamente. Le había soltado la mano, pero ahora todo su cuerpo la tenía atrapada contra el portal. No la tocaba, sus manos estaban apoyadas en la pared a ambos lados de la cabeza de Lali.

—No hemos bebido tanto, lo sabes perfectamente. —Soltó el aliento—. Mira, esto ya está durando demasiado. Si seguimos así, tarde o temprano voy a volverme loco, de modo que deberíamos hacer algo al respecto.
Los ojos de Peter estaban fijos en ella, eran más oscuros, más intensos que nunca. Ágata pensó que iba a besarla, quería que la besara, pero él permanecía quieto, a sólo unos milímetros de ella, sin hacer nada, mirándola como nunca nadie la había mirado; entonces se atrevió a preguntar:

No sé a qué te refieres —mintió ella—. ¿De qué estás hablando?

—De esto.

En ese momento, Peter bajó la cabeza. Sus labios rozaron los de ella y, antes de besarla, dijo:

—Necesito tocarte. —Le rozó el pelo con las manos—. Te necesito.
Empezó de un modo tierno, lento, como una caricia, y Lali notó cómo se le derretían las rodillas. Era tan dulce. Peter le besó los párpados, las mejillas, e inició un camino de besos por sus pómulos, su mandíbula, hasta la comisura de sus labios.

Me encanta tu olor. Me vuelve loco, hueles a... no sé, pero me dan ganas de besarte todo el cuerpo. —Entonces posó la boca justo detrás de su oreja y, lentamente, se dirigió hacia sus labios. Lali no sabía qué hacer, evidentemente la habían besado antes, pero no así; aquello era un ataque a todos sus sentidos. Tenía los ojos cerrados, esperando sentir sus labios de nuevo, cuando Peter susurró.

—Abre la boca, Lali, separa los labios y bésame.

Ella obedeció, y en ese momento supo que estaba perdida y absolutamente loca por aquel hombre. Cuando sus lenguas se tocaron, los dos perdieron el control. Peter apartó las manos de la pared y las colocó encima de sus hombros, sólo unos segundos; a continuación empezaron a deslizarse y recorrerle el cuerpo, hasta pararse en sus caderas. El único propósito de Peter era sentirla, tenía que estar más cerca de ella; le separó las piernas para así poder colocarse en medio. Lali tampoco permanecía quieta. Empezó a acariciarle la nuca, el pecho, necesitaba tocarlo, lamerlo, o si no explotaría. Pero cuando empezaron a jadear, Peter se paró. ¿Qué estaba haciendo? ¡A su edad, en medio de la calle y con Lali! Seguro que se estaba volviendo loco.

—Lo siento, no sé qué me pasó. —Fue lo primero que dijo, a la vez que sacaba las llaves para abrir la puerta.

¿Que lo sientes? ¿Estás loco? ¿Por qué lo sientes? Yo no.
Peter, que subía los peldaños de dos en dos, negó a la puerta de su apartamento en un tiempo récord. Lali intentaba seguirle.

—¡Malditos tacones! ¡Peter, para un segundo!

Nada, seguía haciéndose el sordo. Abrió la puerta, lanzó las llaves encima de la mesita que había junto a la entrada y, cuando iba a entrar en su cuarto, Lali logró interceptarlo…

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Twitter: @Somosllaves

4 comentarios:

  1. Amo está novela! Espero que la sigas :D

    Flor!

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  2. aiiishhhh poooorrrqe no le da rienda suelta a lo q siennteee este chiiicooooo
    me encanta la noveeee

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  3. no sabia que habias vuelto a subir me dio mucho alegria abrir el blog y encontrarme dos caps... y que CAPS! jajajajaja

    ojala puedas subir prontito =) esta nove me ENCANTA! (sobre todo porque estos dos me van a volver loca con el tirayafloja que se traen jajaja)

    besos

    @Inma_06

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