18 de julio de 2013

Capítulo nueve.

MARATÓN:
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Por suerte, gracias a Lucas y a sus otros compañeros, a Lali las horas en el trabajo se le pasaban muy rápido, y apenas veía a Peter. Por otra parte, cuando lo veía, él estaba tan distante y arisco que incluso era preferible no verlo. Lo echaba mucho de menos; echaba de menos sus conversaciones, sus sonrisas... Ya hacía algo más de una semana de la noche fatídica, del «error», y Lali llegó a la conclusión de que no podían seguir así. Era absurdo. Parecían dos novios de instituto. Era una situación ridícula y muy incómoda. Incluso sus amigos se habían dado cuenta, y a ella empezaban a agotársele las excusas para justificar que ella y Peter ya no salieran tanto juntos. Después de varias noches sin dormir y de un montón de llamadas a su madre, decidió que lo mejor sería que se buscase un piso donde pasar el tiempo que le quedaba en Londres. Al menos así podría estar tranquila y, si tenía suerte, tal vez lograra olvidarse de Peter.
Con esa idea en mente, empezó una nueva semana. El lunes, justo antes de que dieran las cinco, Lucas apareció por encima de su cubículo.

—Ya es hora de salir. Vamos, apaga la computadora. No te olvides de que soy tu jefe y tienes que hacerme caso —añadió sonriendo—. ¿Esperas a que venga Peter o quieres que te acompañe yo?

—La verdad es que he quedado con Simón.

—¿Ah, sí?

—Sí, me ha llamado antes para invitarme al cine y hemos quedado allí dentro de media hora. —Mientras hablaba con él, Lali apagó la computadora y recogió el bolso del suelo.

—¿Qué película van a ver?

—No sé, ya sabes cómo es Simón  No ha querido decírmelo porque es una sorpresa. En fin, mañana te cuento. Gracias por ofrecerte a acompañarme, Lucas, pero como ves, no hace falta.

—De nada. ¿Sabe Peter que vas a llegar tarde a casa? —le preguntó Lucas levantando una ceja.

—No, no lo sabe. Pero no te preocupes, no creo que le importe.
Lucas y Lali estaban de pie ante el ascensor cuando las puertas se abrieron, y dentro vieron a Peter  Llevaba los lentes, señal de que estaba muy cansado, e iba cargado de papeles.

—Lucas, suerte que te encuentro. ¿Podrías decirme por qué las fotografías del reportaje de China no son las que tú y yo decidimos y por qué la portada de este mes es tan horrible? Creía que todo había quedado claro.

Peter, estaré encantado de hablar contigo. La verdad es que llevo todo el día persiguiéndote para hacerlo. ¿Te acuerdas de que esta mañana habíamos quedado?

—Ah, lo siento, he tenido un día horrible. ¿Podemos hablar ahora?

—Por supuesto, tú eres el jefe —respondió Lucas mirando a Lali  que aún esperaba para entrar en el ascensor.

—¡Lali! —esclamó Peter sonrojado—. No te había visto.

—Tranquilo, no pasa nada. ¿Ves como tenía razón? —añadió ella mirando a Lucas—. En fin, me voy. Hasta mañana.

Entró en el ascensor y pulsó el botón para que las puertas se cerrasen. No tenía ganas de estar junto a aquel frío energúmeno ni un minuto más del necesario.

—Lucas, ¿sobre qué tenía razón Lali?

—Sobre ti. Dice que últimamente no te importa demasiado nada de lo que hace. Pasa, sentémonos y a ver si de una vez nos aclaramos con lo de este reportaje.

—No sé, a lo mejor podríamos dejarlo para mañana, así me voy a casa con Lali.

Ah... Lali no va hacia tu casa, ha quedado con Simón para ir al cine. —En ese mismo instante, Lucas vio cómo la cara de Peter pasaba de la sorpresa al enfado en un tiempo récord.

¿Al cine? ¿Con Simón? ¿Solos? —Al ver que Lucas no contestaba, añadió fingiendo indiferencia
—: Bueno, pues espero que les guste la película. ¿Miramos las fotografías de China de una vez o esperamos a que ellas solas decidan cuáles van en el reportaje? —Peter empezó a mover las carpetas y a refunfuñar.

Yo ya estoy listo. Pásame las carpetas antes de que las rompas. —Lucas intentó no reírse, y empezó a escoger las fotografías.

Cuando Lali llegó al cine, Simón la estaba esperando en la puerta con las entradas en la mano. Unas dos horas más tarde, cuando las luces se encendieron, Lali estaba mucho más contenta y relajada, aunque la película había sido horrible. Salieron del cine aún riéndose y él la invitó a comer una pizza en un pequeño restaurante que había cerca, uno de esos sitios donde las venden en porciones.

—No puedo creer que me hayas invitado a ver esa película tan mala. ¿Se puede saber en qué estabas pensando al comprar las entradas? —le preguntó Lali sonriendo.

Está bien, voy a confesarte la verdad. —Se limpió las manos con la servilleta—. Cuando has aceptado salir conmigo me he quedado tan sorprendido, que he tenido que improvisar. —Al ver que ella se sonrojaba añadió—: Vamos, no disimules. ¿Peter y tú están peleados?

—¿Por qué lo preguntas? Lali no quería que ninguno de sus amigos supiera lo que había pasado entre ellos. Acabara como acabara su relación con Peter  ellos eran amigos de él desde hacía muchos años, y ella no quería dañar esa amistad.

Vamos, desde que llegaste te habré pedido unas cien veces que salieras conmigo, y hasta hoy nunca habías aceptado.

Eso no es verdad —replicó ella—. Nos vemos casi cada fin de semana.

Ya, pero con los demás. —Al ver que ella iba a interrumpirlo de nuevo, levantó la mano para detenerla—. La única vez que hemos quedado solos, aparte de hoy, fue ese domingo por la mañana que me llamaste para pasear por Hyde Park, y creo que en todas las horas que estuvimos allí dijiste tres palabras. Las conté, fueron «hola», «Simón» y «adiós».

Lo siento —dijo Lali avergonzada—. Esa mañana no me encontraba muy bien.

—Tranquila. Me gustó pasear contigo.
Lali levantó una ceja, incrédula.

De acuerdo, no me gustó —reconoció Simón sonriendo—, pero me alegra ver que hoy ha sido distinto. Lo he pasado muy bien. —Le cogió la mano que tenía apoyada encima de la mesa—. Lali, no es ningún secreto que creo que eres muy atractiva, ni que en otras circunstancias me gustaría que fuéramos algo más que amigos.

¿Qué circunstancias? —preguntó ella.

Si Peter y tú no estuvieran empezando a enamorar el uno del otro —contestó él sin inmutarse
—. No intentes negarlo. Todo el mundo cree que nunca me entero de nada porque siempre estoy bromeando, pero la verdad es que siempre he sido el primero en saber cuándo uno de mis amigos está pasando por un mal trago o si, como en este caso, está enamorado. A Peter se le nota a leguas.

—Pues lo notarás tú, porque yo...

Lali, tendrías que ver la cara que pone cada vez que te digo un piropo. En ocasiones he llegado a temer por mi integridad física. Y cuando te doy dos besos, su expresión es realmente cómica.

Lali no sabía qué decir, pero como era obvio que no podía mentirle a Simón  optó por ser sincera. Ella no tenía a nadie con quien hablar sobre esas cosas allí en Londres y con Simón siempre había notado que había una química especial, como la que tenía con sus hermanos.

—¿De verdad?

—De verdad. Simón siguió cogiéndole la mano—. Mira, me gusta mucho estar contigo, creo que lo pasamos muy bien juntos, ¿tú no?

—Sí, yo también lo paso muy bien contigo.

—Gracias. Para mí es toda una novedad quedar con una chica sólo para charlar y reírme un rato, así que quiero que sepas que me encantaría que nos siguiéramos viendo.

—A mí también. Además, así puedo hablar con alguien sobre Peter  —Ahora que Lali no tenía que disimular, estaba aún más contenta.

Claro, será un placer torturar un poco al bueno de Peter. Simón sonrió—. Siempre he pensado que debería aprender a relajarse, y me encanta verlo sufrir por una chica. Aunque espero que ese sufrimiento no sea en vano, Peter se merece ser feliz.

Ya lo sé. —Lali dio un último sorbo a su bebida—. Bueno, ahora que ya conoces mi más oscuro secreto, ¿por qué no me cuentas algo sobre tu última conquista? Tal vez podríamos intercambiar consejos; tú me enseñas a volver loco a Peter y yo te muestro los misterios de la mente femenina.

Simón se rió y, tras pagar la cuenta, acompañó a Lali a su casa. De camino, ella le contó que tenía intención de buscar un piso, y él se ofreció a ayudarla; le dijo que le parecía muy buena idea y que tal vez así Peter reaccionaría. Cuando llegaron al portal, se despidieron con un abrazo, y Simón, como de costumbre, le dio su par de besos. Lali sonrió y entró. Estaba contenta. Después de casi dos semanas pésimas, ese día todo había empezado a cambiar; tenía un amigo con quien poder reír y hablar sobre Peter, y buscar apartamento ya no le parecía tan horrible. Al día siguiente mismo empezaría a hojear los anuncios de los periódicos.
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HOLA CHICAAAS. 10 firmas más y siguiente capítulo.

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Besos grandes :)

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