18 de julio de 2013

Capítulo siete.

MARATÓN: +10 COMENTARIOS.



—Apártate y déjame entrar en mi habitación —refunfuñó Peter pasándose nerviosamente las manos por el pelo y sin mirarla a la cara.

— ¿Se puede saber qué te pasa? Nos hemos besado y... yo... bueno, a mí... me gustó. Mucho. —Ella intentó acariciarle la mejilla, pero él se apartó como si le hubiera quemado.

Mariana, apártate, me quiero acostar. Estoy cansado, y lo que ha pasado abajo es sólo una muestra más que evidente de lo mucho que necesito dormir, así que apártate y vete a la cama. Mañana será otro día y los dos nos habremos olvidado de esta tontería. —Levantó la ceja y, con una mano, intentó que se hiciera a un lado.

No. No pienso moverme hasta que me contestes una pregunta. —Empezaba a temblarle la voz. Quizá todo lo que había sentido mientras se besaban estaba sólo en su imaginación. Pero no, ella había notado cómo a Peter le latía el corazón, cómo se le aceleraba el pulso, así que tenía que saberlo—. ¿Por qué sientes haberme besado?
Entonces él la miró, se pasó las manos por el cabello por enésima vez, respiró profundamente y contestó:

Lo siento porque ha sido un error, una tontería. El cansancio, la cena, el vino, esa camisa roja. Un error. Yo no puedo hacer esto. No contigo.

No ha sido ningún error. —Y diciéndolo, le rodeó el cuello con los brazos y volvió a besarlo. Él se resistió unos segundos, pero en seguida respondió al beso con todas sus fuerzas.

Mariana, para. Si no paras tú, yo ya no podré hacerlo.
Peter dijo esas palabras mientras, con una mano, le desabrochaba los botones de la camisa, y con la otra abría la puerta de su habitación.

¿Y quién te ha pedido que lo hagas?

Ella le lamió el cuello y empezó a levantarle la camiseta. Una pequeña parte de su cerebro le dijo que al día siguiente se arrepentiría, pero con los labios de él recorriéndole la clavícula, descartó esos pensamientos por completo. Debería apartarla, encerrarse en su habitación y no salir de allí hasta que supiera si estaba dispuesto a arriesgar su corazón por Lali. Sin embargo, ahora, lo único en lo que podía pensar era en que su cuerpo la necesitaba. Tenía que apartarla sin perder un instante, mientras aún tuviera fuerzas.

Lali, princesa. —Le cogió las manos y las apartó de su abdomen, pero ella se soltó y las colocó encima de su entrepierna—. No puedo.

¿No puedes qué? —Le besó la mandíbula.

Esto... —Peter la miró a los ojos, y al ver el calor que brillaba en ellos, se rindió—Bésame.

Y ella lo hizo. Los dos se buscaron frenéticamente, con sus labios, sus manos, su piel. Era como si no pudieran respirar el uno sin el otro. Se desnudaron en segundos, sin delicadeza, con prisa, sin importarles nada más a ninguno de los dos. Cuando estuvieron desnudos, Peter se detuvo un segundo para observarla.

Eres preciosa. Ven aquí. —Tomo una caja de preservativos sin abrir—. ¿Estás segura? —preguntó una última vez antes de tumbarse a su lado.

Cierra la boca —fue la única respuesta que obtuvo antes de que Lali se sentara encima de él y lo besara. Peter no pudo aguantar más.

Pit —gimió Lali, sorprendida, y con una mano buscó la de él.

Me gusta que me llames así. —Peter entrelazó sus dedos con los de ella y le acercó los nudillos a los labios. Los dos se movían al unísono, diciéndose con sus cuerpos aquello que llevaban semanas sintiendo, y cuando ninguno de los dos pudo soportarlo más, ambos se abandonaron por completo. Cuando dejaron de temblar, Lali se acurrucó encima de Peter y le besó el hueco del cuello. Peter no dejaba de acariciarle el pelo mientras intentaba recuperar la respiración. Acababa de tener el mayor orgasmo de su vida y aún estaba excitado. Intentó obligarse a apartarse, pero cuando casi había reunido las fuerzas necesarias para hacerlo, Lali volvió a mover las caderas, dándole permiso para volver a perder el control. Esta vez intentó ser más delicado, se dijo que la acariciaría, que la besaría... pero se equivocó. En cuanto ella le lamió el lóbulo de lo oreja, todo su cuerpo se prendió fuego, y juntos se precipitaron de nuevo hacia el límite. Lali se había dormido abrazada a él y, con mucho cuidado, la colocó a su lado y se levantó para ir al baño. Regresó en seguida y se quedó mirándola.

Había sido un error. Los dos llevaban semanas atormentándose con miradas furtivas y caricias inocentes, y esa noche el vino había destruido las pocas defensas que a ambos les quedaban. De todos modos, Peter era lo bastante honesto como para reconocer que había sido la mejor noche de toda su vida. Por mucho que quisiera engañarse y justificar su comportamiento por el nivel de alcohol en su sangre o por el cansancio acumulado, nada podía ocultar lo que había sentido al acostarse con Lali. Él había estado con bastantes mujeres, no podía decirse que fuera un semental ni un mujeriego, pero tampoco había sido un monje, y nunca, nunca, había sentido tanto placer como esa noche con ella. ¿Cómo podía saber si era algo más? ¿Cómo podía saber si valía la pena arriesgarse? ¿Que no acabaría como su padre? La respuesta era muy sencilla; no podía saberlo. Y, por el momento, Peter no estaba dispuesto a arriesgarse. Así que sólo le quedaba una opción: seguir solo. Se abrazó a Lali.  Ella aún estaba dormida, y Peter aprovechó cada instante para acariciar su piel y grabar en su memoria cada detalle, porque cuando se despertara, le diría que esa noche maravillosa había sido sólo una noche de sexo sin compromiso, y que él no sentía nada por ella.
En resumen, iba a mentirle.

Cuando Lali abrió los ojos, se dio cuenta de dos cosas: una, le dolían partes de su cuerpo que no recordaba que tuviese, y dos, el culpable de eso ya no estaba a su lado. A pesar de lo mucho, mucho, que le había gustado lo que habían hecho juntos, Lali no podía dejar de sentir que faltaba algo; algo que hacía que no hubiera sido perfecto. Había una frase que se le había quedado grabada en la mente: «Yo no puedo hacer esto. No contigo». Le dolía que Peter lo hubiera dicho, y no podía fingir que no sabía lo que quería decir. Lali sabía perfectamente lo que él había querido decir con esa maldita frase. Peter sólo estaba dispuesto a involucrar su cuerpo, y mientras su corazón no siguiera el mismo camino, lo único que podían compartir era sexo; y ella no estaba dispuesta a conformarse con eso.

Lali se dio cuenta de que quedarse allí tumbada, intentando imaginar lo que iba a suceder, no llevaba a ninguna parte, así que se desperezó por última vez y fue a ducharse. Peter oyó el agua de la ducha y repasó todo lo que tenía intención de decirle a Lali . Asumiría toda la responsabilidad de lo sucedido y le recordaría que ella era la hermana de su mejor amigo y, como tal, no podían tener una aventura. Él sabía que era insultante, y de hecho contaba con que ella se sintiera tan ofendida que nunca más quisiera saber nada de él. Eso era mucho mejor que correr el riesgo de tener una relación normal y acabar enamorándose o, lo que era aún peor, acabar como su padre. En cualquier caso, tampoco quería llegar a ese punto, lo que pretendía era convencer a Lali de que lo de la anoche anterior había sido una locura, que no volvería a repetirse, y que lo mejor que podían hacer era olvidarlo. Por muy peligroso que pareciera, Peter no estaba dispuesto a permitir que ella se fuera de su apartamento. 

—Peter, ¿piensas contestar?

¿Qué? —preguntó él, que ni siquiera se había dado cuenta de que Lali había entrado en la cocina—. ¿Qué pasa?

El teléfono, ¿piensas contestar?

Claro. —Se dio la vuelta y abrió su celular—. Vázquez. —Siempre contestaba así cuando lo llamaban del trabajo—. De acuerdo. Voy para allá.
Tras esta escueta conversación, se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.

—Peter, ¿quién era? ¿Pasa algo? ¿Por qué te llaman de la revista un sábado por la mañana? —preguntó Lali preocupada.
Entonces, Peter pareció acordarse de que ella estaba de pie a su lado y se volvió para mirarla.

Era Nicolás, el director de la revista —respondió él poniéndose la chaqueta—. Al parecer, en la edición de esta semana de la revista The Scope aparecen dos de los artículos que nosotros teníamos preparados para nuestro número.
Lali no entendía nada, y eso debió de reflejarse en su rostro, porque Peter añadió:

—El mismo artículo exactamente. No el mismo tema, ni el mismo enfoque. El mismo artículo. Nos lo han robado.

—¿Robado? —Levantó las manos asombrada—. ¿Por qué?

No lo sé. Supongo que en The Scope no deben de estar muy contentos con la competencia. No sé, pero tengo que ir a la revista para hablar con Nico y decidir qué hacemos al respecto.
Al ver que él no la invitaba a acompañarlo y que ya tenía un pie fuera del apartamento, Lali se lo preguntó directamente:

¿Quieres que te acompañe?

—¿Para qué?
Esa respuesta, acompañada de la frialdad que empañaba su mirada, le dejó claro que lo de la noche no había cambiado su relación.

—Para nada —respondió, intentando disimular su decepción—. Llamaré a alguien para salir a dar una vuelta.

—Como quieras. Hablamos luego, ¿te parece? —Y cerró la puerta sin esperar a que ella respondiera. ¿Hablar? De acuerdo, hablarían, pero después de las inexistentes muestras de afecto de esa mañana, Lali sabía que era una conversación que no iba a gustarle demasiado. Era evidente que el día no iba a ser para nada como ella se lo había imaginado antes de ducharse.
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