9 de mayo de 2013

Capítulo dos.




HOLAAA CHICAAAS! :D Ya sé que a muchas no les ha gustado que la pareja sea Julia e Iván, pero pienso que les deberían de dar una oportunidad, ¿no? Es una pareja fantástica y lo comprobaréis. Son mi segunda pareja favorita (primero son Lali y Peter).

Para las que no sean de España: La pareja Julia e Iván aparece en la serie El Internado :)

Bienvenidas a las nuevas lectoras!!! Espero que disfruten :D

PD: Irán apareciendo personajes de Casi Ángeles.


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CAPÍTULO 2:

Londres, tres semanas más tarde.

Iván se pasó toda la mañana revisando los últimos detalles de la edición de esa semana. The Whiteboard, la revista en la que trabajaba, empezaba a funcionar. Había nacido como una pequeña publicación semanal independiente que contenía tanto artículos políticos como de economía o sociedad. Pertenecía a un grupo editorial especializado en periódicos y con The Whiteboard querían abrir una nueva línea de negocio. En un principio, no habían escatimado recursos, pero si no tenían beneficios pronto, tampoco dudarían en cerrarla. El director era Nicolás Vázquez, uno de los mejores periodistas y editores del Reino Unido. Iván llevaba años «soportándolo»; de hecho, se habían hecho amigos años atrás, cuando él lo rescató y le ofreció trabajo en el periódico que entonces dirigía. Cuando tomó las riendas de la revista, no dudó en confiarle a Iván el cargo de editor jefe. 

Tenía la sensación de que se le olvidaba algo, pero no lograba averiguar qué era; ¿llamar a su abuela? No, había hablado con ella el día anterior, y quedaron en llamarse el sábado. ¿Encontrarse con Luca Franccini en el gimnasio? Tampoco. ¡Mierda! A las seis de la tarde, la hermana de Marcos llegaba al aeropuerto. ¿Qué hora era? Las cinco y media. Se levantó de un salto, cogió el abrigo y echó a correr. ¡Vaya desastre! Era imposible que llegara a tiempo, el primer día y ya iba a quedar mal con Julia. 

Julia se despidió de sus padres y de su hermano mayor. Cuando por fin se sentó en su asiento, 22B, pasillo, sacó la libreta y un bolígrafo de su bolso. Siempre viajaba con una de esas libretas negras. Bueno, la verdad era que siempre llevaba una en el bolso. A pesar de haber estudiado diseño gráfico y de ser una enamorada de las nuevas tecnologías, creía que anotar sus pensamientos, o lo que era lo mismo, sus neuras, en una libreta era mucho más romántico.
En ese momento podría llenar todas las páginas con las preguntas y los miedos que la inundaban. Una parte de ella sabía que aceptar ese trabajo en Londres, aunque fuera sólo por seis meses, era lo mejor que podía hacer; en Buenos Aires no tenía nada, y era una oportunidad única de mejorar su currículum. Pero había otra parte de ella que tenía miedo de los cambios; tenía miedo de no hacer bien ese trabajo, tenía miedo de haberse equivocado y, sobre todo, tenía miedo de reencontrarse con Iván. ¿Y si era aún más encantador que de adolescente y ella perdía la cabeza por él de nuevo? 

Seguro que aprendería mucho en el trabajo, haría nuevos amigos y conocería a fondo una ciudad que siempre le había encantado. Si las cosas no iban bien, siempre podía regresar. Total, siempre tendría a su familia en Buenos Aires. Esos seis meses no tenían por qué cambiar su vida en absoluto.

Julia descendió del avión sin prisa, nunca había logrado entender a esa gente que baja corriendo, aun a sabiendas de que todos van a tener que detenerse en el control de pasaportes. Llegó a la cinta y vio que su maleta todavía no estaba entre las afortunadas, pero por suerte no tardó demasiado en aparecer y a eso de las seis y media ya estaba plantada, esperando en mitad del aeropuerto. Su hermano le había dicho que Iván iría a buscarla. Ella le dijo que no era necesario, que era perfectamente capaz de coger un taxi o un autobús y llegar sola al piso de él, pero Marcos le había recordado que Iván era su mejor amigo, y que de ningún modo iba a permitir que su hermana tuviera que hacer todo ese viaje sola. Así que Julia empezó a observar a todos los hombres de unos veintiséis años que veía por allí. Ella hacía diez años que no le veía, pero su hermano había estado con él en Roma unos días antes de las fiestas navideñas. Sólo de pensar en esa fotografía de los dos juntos, Julia se sonrojó. Debería estar prohibido que el primer chico que te gusta y te ignora se convierta en uno de los hombres más atractivos que conoces. Pero en fin, seguro que sólo era fotogénico.

Ivan llegó a Heathrow exactamente a las siete. Una hora tarde. Se había puesto tan nervioso, que hasta había empezado a sudar, cosa que en Londres, en esa época del año, era casi imposible. Para ver si lograba calmarse un poco, se quitó la corbata, que sólo llevaba los días que tenía reunión, se desabrochó dos botones de la camisa y corrió hacia la terminal.
Julia llevaba media hora allí de pie, sin rastro de Iván, y al final decidió sentarse; le dolía un poco la espalda de arrastrar la maleta. Además, así podría buscar su celular para llamarlo y decirle que ya había llegado. Tal vez estuviera esperándola en otra terminal. Pero al llegar al banco que había junto a una de las puertas automáticas se quedó paralizada. ¿Aquel chico que se pasaba las manos por el pelo e intentaba recuperar la respiración era Iván? Imposible. Su teoría de la fotogenia se desmoronó por completo y Julia tuvo que hacer un esfuerzo por recordarse que tenía veintitrés años, no trece.

¿Iván?
Él se dio la vuelta y a Julia se le cortó la respiración.

¿Julia? ¿Eres tú?
Ella tardó unos segundos en contestar. Su mente no paraba de repetirle: tranquila, imagina que estás hablando con Marcos. Se acordaba de que Iván tenía los ojos verdes, pero se había olvidado de lo impactantes que eran, con esas vetas doradas en el iris. Era mucho más alto que ella, seguro que llegaba al metro noventa, como Marcos, y tenía los hombros más anchos que había visto nunca, al menos tan de cerca. Hizo un esfuerzo por controlar la estampida que corría desbocada por su interior y levantó la vista. Iván seguía pasándose la mano por el pelo y le consoló ver que éste continuaba igual. Sonrió, y cuando él le devolvió la sonrisa se acordó de que tenía que contestarle:

Sí, soy yo. —Vio que él la miraba de un modo extraño—. ¿Estás bien? Pareces acalorado.

Sí, claro. —Iván tomó aliento—. Estoy bien, es sólo que he venido corriendo —respondió, aunque en realidad quería decir «Acabo de descubrir que la hermana de mi mejor amigo es la mujer más sexy que he visto en años»—. Siento haber llegado tarde.

No te preocupes. — se encogió de hombros—. Supongo que aquí el tráfico es igual de horrible que en Buenos Aires.

Peor. —Iván sonrió, y se tranquilizó al ver que ella no estaba enfadada—. ¿Esta maleta es todo tu equipaje? —le preguntó señalando su maleta azul.

. —Al ver que él no decía nada más, ella añadió—: Pesa mucho, pero es muy fácil de arrastrar, ¿ves? —Dio un empujoncito a la maleta. Si no mantenía la mente ocupada, no lograría calmar a los búfalos.

No te preocupes. Yo la llevo. —Iván cogió el asa—. Pero antes que nada, bienvenida a la capital del imperio británico. —Y agachándose, le dio un beso en cada mejilla.

Julia se quedó inmóvil. Aquellos dos besos fueron una tontería, los típicos besos con los que se saluda a alguien en las bodas, o cuando hace tiempo que no se ve a un amigo, o cuando felicitas a una amiga por su cumpleaños. Una tontería. Pero los búfalos volvieron a descarriarse. Olía muy bien.

Gracias —respondió ella fingiendo no haberse inmutado—. Y gracias por venir a buscarme. No hacía falta que te molestaras.

Claro que hacía falta. ¿Acaso quieres que Marcos me mate la próxima vez que nos veamos? —añadió él con una sonrisa—. Además, no es ninguna molestia. Vamos, seguro que estás cansada.

Salieron de la terminal y se dirigieron hacia el coche de Iván. Como en todos los aeropuertos de las grandes ciudades, había muchísima gente, muchos coches y mucho tráfico. Tardaron más de media hora en salir de aquel caos y en todo ese rato Iván le estuvo preguntando cómo había ido el vuelo y si ya se había recuperado del todo del accidente.

La verdad es que sí —contestó Julia—. Fue una tontería, pero con dos dedos rotos y el tobillo dislocado tuve que hacer mucho reposo, y eso casi me vuelve loca.

¿Ya no lees? —preguntó él.

¿Perdona?

Te he preguntado si ya no lees. Me acuerdo que de pequeña siempre llevabas un libro entre las manos.

 —Sí, aún leo. Mucho. —Se sonrojó. ¿Cómo podía ser que se acordara de eso?—. Demasiado, según mi madre.

¿Demasiado? —Iván levantó una ceja sin apartar la vista del tráfico.

Sí, bueno, ya sabes. —Levantó las manos como para justificarse—. Mi madre cree que debería salir más. ¿Falta mucho? —preguntó de repente, no porque tuviera prisa por llegar, sino porque quería cambiar de tema. No iba a contarle que uno de los motivos por los que leía tanto era porque tenía casi todas las noches libres.

No demasiado. Mi apartamento está muy cerca de Covent Garden. Por desgracia, ahora es una zona muy turística, y muy cara, pero a mi abuela y a mí nos gustó mucho y decidí alquilarlo.

¿Tu abuela sigue viva?

Claro que sí. Estoy convencido de que Nana ha hecho un pacto con el diablo y que nos enterrará a todos. —Tomó la siguiente salida y entró en la ciudad—. ¿Conoces a Nana?

No, pero me acuerdo de que cuando éramos pequeños solías hablar de ella, y como mis abuelos ya han muerto creí que... ya sabes.

Siento lo de tus abuelos. Marcos siempre me ha mantenido al tanto de las cosas que sucedían en su familia. A él le afectó mucho la muerte de tu abuelo.

Sí, tenían una relación muy especial. — fijó la vista en el paisaje. Siempre se emocionaba al hablar de sus abuelos.

Nana vive en Bath. ¿Te gustaría conocerla? —Al ver que ella asentía, añadió—. Si quieres podríamos ir a verla este fin de semana, o el próximo. Seguro que ella estará encantada de conocerte.

Por mí estupendo, pero no quiero causarte ninguna molestia. Seguro que tú ya tienes planes para el fin de semana, y yo puedo arreglármelas sola.

No digas tonterías. —Iván pensó en que había quedado con Luca y sus amigos para cenar, pero sabía que a ellos no les importaría que no fuera—. Si mañana no estás cansada, la llamo y vamos. ¿De acuerdo?
Iván le tocó el brazo con la mano para que ella se volviese hacia él.
Además, también hay un montón de gente impaciente por conocerte. Todos mis amigos sienten curiosidad por ver a la «hermanita» de Marcos. Digamos que tu hermano ha causado sensación en cada una de sus visitas. Pero me temo que no puedo contártelo. Ya sabes, no quiero perder ningún brazo. —Le guiñó un ojo.

¿Y tú?

—¿Yo qué? —Iván entró en la calle donde estaba el garaje en el que tenía alquilada plaza para el coche.

¿Eres tan reservado como Marcos?

Peor. He cambiado. El Iván que tú recuerdas ya no existe.
¿A qué venía esa frase?, pensó Candy.

¿No existe?

No.

Iván aparcó el coche y paró el motor. Julia puso una mano encima de la de él, que aún mantenía sobre el cambio de marchas. Fue como si esa caricia le recordara que no estaba solo. Sacudió la cabeza y, cuando la miró, toda su seriedad había desaparecido.

No me hagas caso. Estoy cansado. —Abrió la puerta—. ¿Vamos? Mi casa está a dos minutos de aquí. Si te apetece, de camino podemos comprar algo para cenar. Me temo que no he tenido tiempo de llenar la nevera antes de tu llegada.

Julia salió también del coche y agarró su bolso que había dejado en la parte de atrás. Él ya había sacado la maleta y se disponía a arrastrarla.

No pasa nada. Si quieres, el lunes yo puedo ir a hacer las compras. Como no me vas a dejar pagar ningún alquiler, así podría compensarte.

No hace falta.

Ya sé que no hace falta. Pero me encanta cocinar, y me sentiré mucho mejor si puedo ayudar en algo.

De acuerdo. Pero que conste que no hace falta. —Iván se detuvo delante de una puerta de color naranja y empezó a buscar la llave por todos sus bolsillos—. ¿En serio te gusta cocinar?

Sí. ¿Ésta es tu casa? —Señaló con el dedo—. ¿Naranja?

A mí no me mires. Ya estaba así cuando la alquilé. Cuando te acostumbras no está tan mal. Los repartidores la encuentran con facilidad. —Ladeó un poco el labio superior para sonreír.

No, si me gusta, me gusta mucho. Es sólo que me extraña que a ti te guste. Pareces tan serio; de pequeño creo recordar que eras «naranja», pero ahora definitivamente no, aunque no sé qué color eres... verde quizá. Siempre me ha gustado relacionar a las personas con colores. —Iván empezó a sonrojarse al acabar la frase.

¿Verde? ¿Se puede saber por qué ya no soy naranja? —encontró la llave y satisfecho con ese pequeño triunfo, la sacó del bolsillo y abrió la puerta—. Dejo la maleta y mientras tú te instalas iré a comprar unos bocadillos aquí al lado. ¿Te parece bien?

Perfecto. —Julia lo miró a los ojos y sintió un gran alivio al no tener que contestar a su pregunta sobre los colores—. ¿Seguro que no tienes ningún plan para esta noche? Yo puedo quedarme aquí sola. La verdad es que estoy tan cansada que me dormiré en seguida.

Seguro. Vamos, no te preocupes. —Casi sin ser consciente de lo que hacía le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja—. Además, quiero que me cuentes toda esa teoría tuya de los colores.

Iván le enseñó la habitación que iba a ocupar durante los seis meses. Era una habitación pequeña que seguro que él había estado utilizando como desván, pero la cama era preciosa, y las sábanas combinaban con las cortinas que cubrían una ventana que daba a un pequeño jardín interior.
Julia lo miró sorprendida.

—Lo escogió Emilia —dijo Iván contestando a la muda pregunta que ella le había formulado con los ojos—. La mujer de Nico, el director de la revista.

Dale las gracias de mi parte y dile que tiene muy buen gusto. —Julia se sentó en la cama. Era muy cómoda.

—Se lo podrás decir tú misma. Ellos también están impacientes por conocerte. —Iván se pasó las manos por el pelo—. Voy a salir a comprar, ¿te apetece algo en particular?

Lo mismo que tú estará bien. —Julia hizo el gesto de agarrar su bolso pero la mano de Iván se cerró encima de la de ella.

Espero que fueras tomar tu celular, porque si ibas a darme dinero tendré que adoptar medidas drásticas.
Volvió a guiñarle el ojo mientras con el pulgar le acariciaba el interior de la muñeca.

¿Cómo que drásticas? —No podía creer que acabara de decir eso. ¿Cuándo había aprendido a flirtear? Iván la soltó y se apartó de ella.

—No lo sé, pero seguro que se me ocurriría algo.
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+10 firmas, próximo capítulo.

7 comentarios:

  1. Hajaja si k cambio,ya ni es tan timido.

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  2. me encanta!! de verdad es gnial la nove

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  3. además es que el caracter de este personaje le viene genial a Iván porque es muy parecido =)

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  4. increíble de verdad y a mi me gusta mucho la pareja de Julia e Iván y además también me gusta que Marcos sea Martín Rivas jajajaja

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  5. vamos, que quien fuera Julia pa estar rodeada de ellos jajaja

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  6. Tarde en firmar lo se :( jajaja Te digo que aunque no sea Laliter la adaptacion, me gusta mucho! Aunque no se quienes son los dos personajes! jajjaj
    Espeor mas
    Besos

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