8 de abril de 2013

Capítulo doce.


MARATÓN:
+10 COMENTARIOS.









Me quedé mirándolo durante horas, así lo sentí, como horas, pero en realidad, probablemente eran sólo un par de segundos. Esto tiene que ser una especie de broma de mal gusto o algo así. Es un barman y trabaja como instructor de esquí, él no es profesor. En especial no puede ser mi profesor, eso es imposible. Todavía no había respirado y mis pulmones comenzaron a arder.

¿Qué estás haciendo? —susurró Euge, agarrando mi mano para arrastrarme de nuevo a mi silla, riendo.
No podía apartar la mirada de él, justo en ese momento él me miró con los ojos muy abiertos. De repente, su rostro se contrajo, sus cejas se entrecerraron y sus dientes emitieron un chasquido casi audible. Su mirada se volvió dura, sus ojos fastidiados de mí hicieron que mi sangre se convirtiera en hielo en mis venas. Me estremecí. ¿Está enojado conmigo? ¿Qué razón tendría para estar enojado conmigo? Esto no es mi culpa.
Se recuperó mucho más rápido que yo. Apartó la vista de mí, moviéndose a su escritorio.

Así que yo soy el señor Lanzani, voy a estar tomando el relevo de la Sra. Patterson este año —dijo con confianza mientras miraba a través de la clase. Me fijé en sus ojos saltando de mí sin una señal de reconocimiento. Eso hizo que mi corazón se acelerase. Esto realmente no podía estar pasándome, sabía que aquello era demasiado perfecto, sabía que algo iba a venir a estropearlo.

Obviamente conmigo siendo nuevo aquí, y este siendo su primer día de vuelta, no queremos realmente hacer ningún trabajo hoy, ¿no? —preguntó, sonriendo a la clase. Todos asintieron con entusiasmo. Las chicas estaban mirándolo con expresión soñadora, los chicos se palmearon dándose las cinco entre ellos. —Así que, ¿qué tal si jugamos un poco a conocernos? Cada uno de vosotros me haréis una pregunta y yo os haré una pregunta a vosotros — sugirió sentándose en el borde de su escritorio, agitando la cabeza para quitarse el cabello de los ojos. —Entonces, ¿quién quiere ser el primero, o deberíamos simplemente comenzar por delante y bajar hasta todos? —sonrió, una sonrisita pero atractiva, ganándose sonrisas coquetas de vuelta. Él asintió a una chica que estaba sentada en la primera fila, quien inmediatamente se sonrojó y sonrió. Me moví en mi asiento, luchando contra el impulso de ir y arrancar su cabeza.

Dime tu nombre y después haces tu pregunta.

Soy Jessica Edmunds, um... ¿dónde estaba enseñando antes? —preguntó ella, mordiéndose el labio, mirándolo a través de sus pestañas.

¡Zorra! Deja de mirarlo de esa manera. Peter sonrió. —No lo estaba haciendo. Este es mi primer trabajo de enseñanza. Me gradué en la universidad este año y tuve la suficiente suerte como para que se me ofreciera este puesto de inmediato —respondió—. ¿Cuál es su película favorita, señorita Edmunds?

No le hice caso a su respuesta, lo estaba mirando a él tan intensamente que realmente estaba haciendo picar mis ojos. ¿Qué demonios vamos a hacer? Tal vez voy a tener que transferirme a otra escuela o algo así o el tendrá que renunciar a su puesto de trabajo. Por Dios estaría en un gran problema si la gente se enterara de que salió con una estudiante. Escuchaba las respuestas de la clase y sus preguntas a medida que las hacían. Él tenía veintidós, vivía solo, su libro favorito era el deporte ilustrado —que le valió una risa de la clase—. Su película favorita era Halloween, la versión original. El deporte era su pasatiempo favorito. Y la lista seguía, hechos triviales que en su mayoría ya conocía sobre él y su familia. La clase parecía estar pendiente de cada palabra. Cuando llegó a mí, me di cuenta de que tenía las manos agarradas al borde de la mesa haciendo los músculos de los brazos tensarse. Tenía la mandíbula apretada. Él estaba mirándome con enojo pero obviamente estaba tratando de ocultarlo con una sonrisa cortés.

Nombre —preguntó.

Me moví en mi asiento sabiendo que tenía que jugar con él a toda la cosa de, “No sé quién eres”. —Mariana Espósito. Y eh, no tengo ninguna pregunta —murmuré, retorciéndome bajo su intensa mirada.

Levantó una ceja. —Está bien, yo tengo una para usted, señorita Espósito. ¿Le gusta mentir? —preguntó él. Sus hermosos ojos grises eran duros y quemaban los míos. ¿Qué si me gusta mentir? ¿Quién demonios le ha mentido para hacerme esas preguntas?

No, yo no miento —le contesté, moviendo la cabeza con confusión.

¿En serio? ¿Nunca mintió sobre su edad o cualquier otra cosa? Siguió él. Su voz era firme y dura. La clase se había quedado en silencio, observando el intercambio, obviamente interesados en la línea a donde la interrogación se dirigía.

¿Él cree que he mentido sobre mi edad? Nunca he mentido, nunca. —No, nunca he mentido sobre mi edad —respondí con tanta confianza que le fruncí el ceño. ¿Por qué demonios me mira de ese modo? ¡Esto no es mi culpa! Sus manos parecían apretar más el borde del escritorio mientras me miraba como queriendo decir algo más. En cambio, miró lejos de mí, volviendo su atención a Euge que estaba sentada a mi lado.
Él asintió para que ella le hiciera su pregunta. Ella se inclinó hacia adelante en su silla, obviamente emocionada de tener su turno para hacerle una pregunta.

Está bien, soy Eugenia Suárez y me pregunto si tiene novia. —Su voz sonaba seductora incluso a mis oídos.

Sus ojos apretados, todo su cuerpo se tensó y ni siquiera me miró mientras hablaba. —No, no la tengo. ¿Cuál es su color favorito? 

Sentí que mi corazón se rompía por sus palabras. ¿No? ¿Cómo puede haber dicho que no? Mis ojos se llenaron de lágrimas. No podía seguir aquí, no podía sentarme aquí por más tiempo y hacer como que no me estaba muriendo por dentro. Me levanté rápidamente y agarré mi bolso del suelo, lanzando mis libros por el aire. La clase estaba a punto de terminar de todos modos.

¿Y a dónde va exactamente, señorita Espósito? —preguntó, sonando tan parecido a un maestro que me dolieron las entrañas.

Tengo que excusarme —grazné mientras caminaba hacia la puerta. Casi podía sentir los ojos de todos sobre mí. Un conmocionado silencio llenó la habitación.

—Siéntese, señorita —ladró Peter.

No le hice caso cuando las lágrimas comenzaron a fluir hacia abajo en mi cara. Yo las quité airadamente y tiré la puerta para abrirla. Tan pronto como estuve en el pasillo me encontré, con no saber a dónde ir, pero sentí la necesidad de estar lejos de aquí, sola antes de que me derrumbara por completo. De repente sentí unos dedos alrededor de mi mano y estaba siendo tirada en una brusca parada. Miré a mí alrededor para ver a Peter parado allí. Su expresión era increíblemente enojada.

¿Dónde diablos va? ¡No puede simplemente irse de una clase así como así! Voy a tener que darle una detención o algo por esto —recriminó, moviendo la cabeza y dejándome ir mientras daba un paso hacia atrás y se pasaba una mano por el cabello. Todavía estaba sufriendo por la respuesta. “No tengo una novia” en clases, y podía sentir las lágrimas tratando de salir de nuevo. Sabía que necesitaba salir de allí rápidamente.

Simplemente haz lo que quieras —murmuré, encogiéndome de hombros, tratando de parecer despreocupada. Me volví para alejarme, pero sus palabras me detuvieron.

Joder, Lali, ¿qué demonios quieres que haga? ¿Permitirte irte de clase como si nada? —escupió venenosamente.

¿Eso es todo lo que le preocupa? ¿El hecho de que hice que pareciera una presa fácil por salir fuera de su clase? ¿Nada más sobre esta situación le está afectando? Me volví y le di mi mejor golpe completamente deslumbrada. —Si estás preocupado acerca de lo que tu preciosa clase piensa de ti, entonces dame un mes de detenciones y hazme fregar las pizarras por el resto del año escolar, me da igual. Haz lo que quieras, simplemente no vuelvas a hablarme nunca —gruñí furiosamente. La campana sonó marcando el final de la clase. Él me agarró del brazo y me empujó hacia los cuartos de baño, al menos cerrando la puerta detrás de él.

¿Crees que lo único que me molesta es mi reputación por ser un maestro suave? Confía en mí, esa es la menor de mis preocupaciones, —espetó—. ¡Me acosté con una puta menor de edad! ¿Sabes en cuántos problemas estoy en este momento? ¿Sabes por cuánto maldito tiempo voy a ir a la cárcel a causa de que me mentiste? —Sus manos se aferraron a su cabello aproximándose mientras me miraba acusadoramente.

Yo no te mentí. Tú sabías cuántos años tenía. —Había perdido mi batalla contra las lágrimas dejándome caer al suelo, llorando y abrazando mis rodillas pegándolas a mi pecho. Hizo un furioso resoplido con su garganta.

¡Te conocí en un club, Lali! ¿Cómo se supone que voy a saber que no eres menor de edad a partir de eso? —contestó, pateando la pared por la frustración.

Negué con la cabeza. —Te dije esa noche que estaba estudiando. 
Esto no es mi culpa, definitivamente no lo es, cortó él:

¡Pensé que te referías a la universidad, no a la jodida secundaria! ¡Hay que tener veintiuno para entrar en el club! Deberías habérmelo dicho. ¡Maldita sea, Lali, no debería haber estado acostándome contigo durante las dos últimas semanas! —bramó, mirándome disgustado.

Apoyé la cabeza en mis rodillas y sollocé hasta que no pude respirar. Ciertamente esto era mi culpa. Podía ver su punto, era una menor de edad en un club y nunca le había dicho específicamente qué edad tenía, supuse que estaba bien con él. Nunca habíamos hablado claramente sobre la escuela o los puestos de trabajo o cualquier otra cosa porque siempre teníamos mejores cosas de qué hablar o qué hacer.
Lo siento —grazné—. Pensé que lo sabías, honestamente pensé que lo sabías y no te importaba.

Él gimió. —¿Cómo diablos no me importaría estar violando a una menor de edad? ¿Es ese el tipo de persona que crees que soy? Un pedófilo —preguntó con enojo. Se deslizó por la pared junto a mí y puso su cabeza en sus manos. Podía sentir el calor de su cuerpo chocando contra el mío y su loción llenando mis pulmones.

No fue una violación —corregí categóricamente, sacudiendo mi cabeza, levantando los ojos al mirarlo.
Estaba pálido y claramente conmocionado. Todo su cuerpo parecía derrotado y triste. Sus hombros caídos hacia delante, su angelical y perfecto rostro tenso por la preocupación y el estrés.

Él suspiró con tristeza. —Sí, lo era. Me aproveché de ti. Yo soy el adulto, y tú eres la menor de edad, es como funciona. —Apoyó la cabeza contra la pared y cerró los ojos.

¿Se aprovechó? ¿Es alguna especie de broma? —¿Es una broma? ¿Tienes alguna idea de lo mucho que lo quería? ¿De lo mucho que todavía lo quiero? —le pregunté, frunciendo el ceño. Estaba muy enfadada con él por rebajar lo que pasó entre nosotros, porque lo hizo sonar como algo malo, sucio.

Tienes que ir con el director y reportarlo. Iré contigo —dijo con voz ronca, empujándose a sí mismo y caminando hacia la puerta. Su mano estaba justo a punto de tocar la cerradura antes de que lo agarrara, deteniéndolo.

Sacudí la cabeza con fuerza. —No le voy a decir nada a nadie, no te quiero en problemas a causa de algo que hice mal. Esto es culpa mía, es verdad. Yo debería haberme asegurado de que lo sabías. Lo siento mucho. Tú no eres un pedófilo, por favor no pienses eso —le supliqué, cerrándole el paso y envolviendo mis brazos alrededor de su cintura. Enterré mi cara en un lado de su cuello, respirando. Él estaba temblando, podía sentirlo.

Tienes que informar de esto, Lali, o lo haré yo. Se vería mejor si tú lo hicieras —respondió él, teniendo mis brazos alrededor de su cintura y dando un paso hacia atrás, alejándose de mí. Parecía que estaba sufriendo.

No, no lo voy a hacer —negué—. Y si lo haces, les diré que lo inventaste todo. —Lo miré advirtiéndole—. No voy a permitir que te metas en problemas debido a esto. Tenemos que ir a través de ello y trabajar en algo. 

Él se encogió de hombros. —Sí tienes que hacerlo. 

No hagas esto, no es necesario que se enteren, por favor, Peter —supliqué. Mis lágrimas caían de nuevo mientras presionaba la espalda contra la puerta, bloqueándola herméticamente para que no pudiera salir. Él suspiró y dio un paso hacia delante, limpiándome las lágrimas con sus pulgares.

Por favor, no llores. Su voz se quebró mientras hablaba e hizo que mi corazón se apretara en mi pecho.
Nos quedamos en silencio por un momento, el único sonido era mi respiración entrecortada mientras luchaba por dejar de llorar. Él se quedó allí mirando a sus pies pálido y asustado.

¿Cuántos años tienes? —preguntó en voz baja, todavía sin levantar la vista de sus pies.

Diecisiete. Voy a tener dieciocho años en ocho meses. 

Él gruñó y asintió. —Y no quieres delatarme —preguntó. Sacudí la cabeza con fuerza. —Gracias —dijo agradecido.

No es necesario que me des las gracias. No has hecho nada malo —dije en voz baja, dando un paso más cerca de él y envolviendo mis brazos alrededor de él otra vez. Se abrazó a mí esta vez y apreté mi cara en un lado de su cuello amando la sensación de su cuerpo contra el mío.

Su aliento sopló en mi pelo mientras me abrazaba contra él. —Sólo tenemos que fingir que esto nunca ha sucedido, como si nos acabáramos de conocer en las aulas —dijo en voz baja. Sus brazos se apretaron en mí cuando me tiré hacia atrás para mirarlo. ¿Qué diablos significa eso? ¿Él no quiere estar conmigo? Abrí la boca para rogarle, pero nada salió. En el fondo sabía que no podíamos estar juntos, no sólo era ilegal debido a mi edad, sí que también era mi maestro, así que ahora ambos estaríamos en un montón de problemas si esto se sabía. Él perdería su trabajo y probablemente, iría a la cárcel y no me gustaría ser expulsada.

Yo no quiero hacer eso —dije en voz baja, tratando desesperadamente de no llorar de nuevo.

Bueno, no tenemos otra opción. Gracias por no reportarme, tienes todo el derecho a hacerlo, pero no puedo ser otra cosa más que un maestro para ti. Tenemos que estar lejos el uno del otro. Tenemos suerte que todo esto haya salido ahora en lugar de más adelante cuando tuviéramos algún sentimiento el uno por el otro —dijo, alejándose de mí. ¿Sentimientos el uno al otro? ¿Eso quiere decir que no siente nada por mí ahora? Vaya eso duele mucho. Yo sabía que estaba enamorándome de él, un par de semanas y habría sido la jefa de las tarjetas de amor. Pensaba que él sentía lo mismo, pero sólo estaba usándome todo el tiempo. Realmente lo hice todo mal. Inclinó la cabeza y me besó en la frente suavemente, sus labios se demoraron en mi piel. Era un beso dulce, un beso de despedida. Se apartó y tiró de la cerradura de la puerta y salió rápidamente. Tan pronto como se fue, sentí que mi corazón estaba por estallar. Mi pecho se apretó, mi respiración entrecortada de nuevo, hasta que finalmente me rendí a las lágrimas y me derrumbé devastada por su rechazó.


28 comentarios:

  1. Pobre pero seguro que logran la forma de estar juntos

    ResponderEliminar
  2. Ay qquiero mas!! me da lastima lali

    ResponderEliminar
  3. me acabo de enganchar con esta novee, parece que se trae de todo!

    ResponderEliminar
  4. Me encantooooooooo sube masssssss

    ResponderEliminar
  5. Pobre lali me da pena sube massss

    ResponderEliminar
  6. Pobre lali me da penaaaaa ojala k siga adelante sube mas

    ResponderEliminar
  7. pero si casi puedo sentir ese dolor de ambos =´( con las lagrimas saltadas estoy =( porQ?? violarla? esta loco¿? ella quiso hacer todo lo que hizo, nadie la obligo

    yo sabia que el en nignun momento se imaginaba que hablara de instituto =S MALDITA EDAD! MALDITAS NORMAS

    ResponderEliminar
  8. que insensible peteeeeeeeer

    ResponderEliminar
  9. no haces la maaraton??

    ResponderEliminar
  10. encima lo va a tener que vver siempre

    ResponderEliminar
  11. Para el amor no hay edades
    Otroooooooo
    Besos

    ResponderEliminar
  12. Ya eran novios antes d comenzar la secundaria asi k las normas ni deberian influir en rklos

    ResponderEliminar