28 de abril de 2013

Capítulo veintiocho.





Me encaminé al punto de salida, encontrando a mi equipo reunido y planificando. —¿Dónde estabas? —preguntó Pablo. Sus ojos se posaron en mi culo. —¿Ya has sido disparada? ¡Si ni siquiera hemos comenzado! —se rió, moviendo la cabeza.

Lo sé, lo sé. Soy un peso muerto para el equipo, así que no contéis conmigo para ayudar o para cualquier otra cosa —dije poniendo los ojos en blanco. Presté atención a sus planes. Nos repartiríamos en parejas e intentaríamos acercarnos a la bandera lo más cerca posible. Cuando llegáramos lo más cerca posible, uno de los dos dispararía y cubriría al otro, y así podría permitirle correr y capturar la bandera. Escuchar a los chicos hablar sobre la estrategia sonaba increíblemente sencillo, pero sabía que en realidad no era así.

Bien, Lali tú vas conmigo —sonrió Pablo.

¿Por qué no puedo estar emparejada con Euge? —gemí cuando me agarró del mono y me acercó a él.

Porque, bajo petición de ella, está emparejada con Nicolás —explicó Pablo, agitando las cejas—. ¿Te resulta tan malo estar emparejada conmigo? —bromeó guasón. Sonreí y asentí.

¡Ja, sí! Me vas a hacer correr y otras cosas, ya sabes lo que pasa cuando intento jugar. ¡Me lastimo! —Me estremecí y le mostré mi cara de perro degollado.

Muy bien, lo tomaremos con calma, y te dejo que me cubras cuando tengamos que recoger la bandera, ¿qué te parece? —se ofreció. Sonreí agradecida y estaba por abrir la boca para darle las gracias, cuando un agudo sonido de una bocina estalló en el aire, comunicando el comienzo del juego.
Pablo agarró mi mano y salimos corriendo a través del bosque, ambos derrapando con nuestros pesados cascos. Gasté dos de mis tres vidas en una hora. A Pablo no le dispararon ni una sola vez. Hice una mueca de dolor y me froté el estómago, donde, escasos diez minutos antes, la última bala me golpeó.
De pronto, Pablo se detuvo provocando que me chocara contra él.

Shh, alguien viene. Escóndete —siseó. De repente echó a correr, adentrándose en el bosque, dejándome ahí sola. ¿Mierda, qué demonios? Me agaché y miré ansiosamente a los árboles mientras dos tipos pasaron de largo. Oh Dios, en vez de estar aquí agachada debería de haber corrido detrás de él.

Juro que he escuchado algo —dijo uno de los dos tipos, subiéndose el casco y mirando alrededor, con cautela.

¡No oíste nada! Vamos, no están ni siquiera cerca de aquí —descartó el otro marchándose. Vacilando y, pasados un par de minutos, me volví a levantar. Nada me disparó, por lo tanto me dirigí, para encontrar a Pablo, por donde se marchó corriendo y decirle que estábamos a salvo. Después de buscarle durante un par de minutos, no le pude encontrar.

—¡Pablo! —susurré gritando, mirando con cautela a mi alrededor mientras que me quitaba el casco para poder ver mejor. Gruñí, y decidí renunciar; de todas formas no sería capaz de continuar por mí misma. De repente de la nada alguien me agarró desde atrás y me arrastró detrás de un enorme árbol. Pegué un alarido, pero una mano me tapó la boca.


Shh, preciosa —siseo Peter en mi oído. Mi corazón empezó a latir desbocadamente mientras sentía cómo mi espalda se apretaba contra el duro tórax de Peter. Escuché un par de voces dirigirse hacia otra dirección. Después de un minuto de silencio, él me soltó y noté cómo un sonrojo me cubría la cara.
Me di la vuelta para mirarle. Él también se había quitado el casco, y lo llevaba despreocupadamente colgando del brazo. Su pelo estaba en desorden, aplastado y sudoroso por llevar el casco protector.
Ladeé la cabeza, confundida al comprobar que no tenía intención de dispararme, siendo obvio que me capturó.

¿Que estás haciendo? ¿Has olvidado que estamos en diferentes equipos? —pregunté, mirándole como si se hubiese vuelto loco. Él sonrió, y movió la cabeza.

No, no se me ha olvidado, pero vi que te quedaba tu última vida. Pensé que todavía no querrías estar fuera. —Encogiéndose de hombros. Miré a ver si sólo tenía una banda amarilla en mi brazo, indicando que me quedaba una vida.

Oh, bien... gracias —sonreí agradecida.

De nada. ¿Dónde está tu pareja? Tu equipo nos enfrenta en pares —inquirió él, escaneando con cautela los árboles.

Ni idea —admití—. Pablo se fue corriendo hace unos diez minutos y no soy capaz de encontrarle. —Me senté sobre un árbol caído, soltando el casco y la pistola en el suelo junto a mis pies—. ¿Bueno y cuáles son los planes de tu equipo? ¿Atraer a tus oponentes a una falsa sensación de seguridad, para luego dispararles cuando menos se lo esperen? —pregunté riendo. 

Él sonrió avergonzado. —No, nosotros también estábamos emparejados pero le di esquinazo a Rocío

—¿Quién es? —pregunté, frunciendo el ceño. 

Rocío... ah sí bien, señorita Igarzabal para ti —aclaró él, poniendo los ojos en blanco. 

¿Por qué desearías dejarla plantada? ¿No deberíais los dos trabajar juntos? —pregunté, intentando distraer su atención sobre mis celos. 

Me vuelve loco coqueteando conmigo todo el tiempo. —Peter se encogió de hombros. 

Pensé que su objetivo era el de flirtear contigo todo el tiempo, cuando salíamos juntos nunca te importó coquetear. Me sonrió con satisfacción, sus preciosos ojos grises perforando los míos. 

Lo nuestro fue algo distinto, en primer lugar estábamos saliendo, por lo tanto quería que coquetearas conmigo —respondió él. La forma en que me miraba hacía que mi cuerpo se estremeciese. La mirada era dulce e íntima, muy parecida a la manera de mirarme de antaño, sintiendo dolor dentro de mí.

¿Bien y por qué es diferente con ella? ¿No desearías que ella también flirtease contigo? —pregunté, intentando sin éxito apartar mi mirada de su cara. 

Él sacudió la cabeza. —No me gusta porque no estoy interesado en ella. —Su cara reflejaba aflicción; sus ojos un poco herméticos. 

¿Si no estás interesada en ella porque estas saliendo con ella? —pregunté. 

¿Saliendo con ella? Yo no estoy saliendo con ella —indicó él, mirándome como si fuese estúpida. 

¿En serio? Todo el instituto lo sabe. Vosotros dos sois la nueva pareja de moda y en este momento, el objeto del mayor cotilleo. —Le observé mientras que su cara se transformaba de la confusión a la conmoción. 

No estoy saliendo con Rocío, no estoy saliendo con nadie —insistió frunciendo el ceño—. No estoy interesado en nadie más —añadió, mirándome intensamente, como si quisiera decirme algo. 

¿Entonces, sólo te acuestas con ella? —le pregunté. Cada palabra me quemaba la garganta mientras las pronunciaba. En realidad no quería que me respondiera a la pregunta, pero por alguna razón, necesitaba que lo hiciera. Frunció el entrecejo y me miró como si le hubiese sugerido batear focas o algo así. 

¿En serio? Maldita sea, ¿de dónde sale esto? Tampoco me estoy acostando con ella. 

Se van juntos a casa y vuelven juntos por la mañana —murmuré, un poco confusa sobre lo que estaba pasando. 

Mariana, Rocío vive calle abajo de mi casa. La llevo en mi coche al instituto y de vuelta porque ella no posee un coche. ¡No estoy interesado en ella! —Movió su cabeza, dando la impresión de estar enfadado. Sonreí feliz. Su enfadada expresión se esfumó y él también sonrió. Su mano se extendió hacia mi cara. Mi aliento se quedó atrapado en mi garganta al pensar que me iba a tocar; sin embargo me quitó una hoja del pelo, tirándola al suelo. De pronto, a nuestra izquierda, algo grujió entre los árboles. Peter se levantó de un salto, me agarró y me giró, un brazo envolviéndome mientras que me apretaba contra su cuerpo. 

¿Sr. Lanzani, por que la ha movido? ¡Tenía un tiro perfecto! —alguien gimió. Peter me soltó y yo me aparté de su duro cuerpo, mirando confusa a todos los lados. Ahí parado estaba Benjamin Rojas un poco desilusionado. 

Ya está fuera, no tiene sentido dejarse tirotear. Le acabo de arrebatar su última vida —respondió Peter, encogiéndose de hombros. 

Ah, vale, bueno nos vamos a llevar a cabo nuestro golpe. ¿Viene? —preguntó Rojas, empezando a correr a través del bosque sin esperar respuesta. Confusa miré a Peter. 

¿Qué ha pasado? Peter se dio la vuelta, dándome la espalda, que estaba cubierta de pintura azul. 

Me lleve uno por ti. Me lo debes, monada —me sonrió satisfecho. 

¿Por qué hiciste eso? —pregunté, conmovida. 

Se encogió de hombros. —Quería tomar tu última vida, ese culo se ve demasiado limpio —respondió él, levantando una ceja.

—¿Me está mirando el culo, Sr. Lanzani? —bromeé, obligándome a no sonrojarme mientras lo decía. 

Sabes que debo de decir que no a esa pregunta, señorita Esposito —dijo suspirando—. De todas formas te doy un minuto de ventaja, así que empieza a correr. —Agitó las cejas, inclinando la cabeza hacia un lado. 

Agarré mi pistola y el casco, me di la vuelta y salí corriendo a través del bosque, riendo como una loca. Más adelante se materializó una enorme roca, y haciendo un esprint me escondí detrás de ella. Miré nerviosamente a todos los lados, pero no le veía por ninguna parte. Me di cuenta que al lado de la roca donde estaba situada había otra anexada a ella haciendo la forma de una V. Me deslicé en medio de las dos, adentrándome de tal forma que me cubría por todos los lados excepto de frente. Le podía oír correr así como el grujido de las hojas secas. Con cautela bajé mi pistola y me tapé la boca para no reírme. 

Sal, sal de donde estés —cantaba él, riendo. Me reí tontamente contra la mano y me aplasté más prietamente contra la dura roca. Estaba cerca, podía escuchar su respiración... posiblemente al otro lado de la roca. Mientras daba un paso vacilante hasta afuera, él saltó desde detrás del recodo. Un grito involuntario, provocado por el susto, salió de entre mis labios 

¡Te encontré! Date la vuelta —sonrió con satisfacción, levantando su pistola, apuntando mi entrepierna, queriendo obviamente dispararme en el trasero. Reí y retrocedí a la grieta. —Te voy a disparar en el culo —insistía él, levantado un ceja bromeando. Mi pie tocó mi casco y rápidamente me incliné y recogí mi pistola del suelo. Al mismo tiempo él saltó hacia adelante, envolviéndome con una mano y sujetándome contra la roca. Estaba sujeta contra la pared sin poder moverme aunque quisiera. Sus ojos se clavaron en los míos, su cara sólo a unos centímetros de la mía, podía sentir su aliento sobre mi boca. Él no se movió, simplemente se me quedó mirando con una ligera expresión de dolor. Mi corazón se volvió loco, sólo podía pensar en lo cerca que estaba de mí. Levanté mi mano, agarrando un lado de su mono y acercándole aún más. Todo su cuerpo se apretaba contra el mío. 

La —gimió él, me miró suplicante. Por una décima de segundo sus ojos se posaron sobre mis labios. 

Bésame —susurré suplicando. Él cerró los ojos y su expresión era como si le hubiese clavado un cuchillo en el estómago. Daba la sensación como si le estuviese torturando. Él abrió los ojos y tragó con fuerza. 

Cierra los ojos —susurró él. Inmediatamente hice lo que me pedía. Sentí cómo su mano tocaba un lado de mi cara, acariciando mi mejilla, moviéndose despacio por la línea de mi mandíbula. Su dedo pulgar trazó mi labio inferior. Su mano bajó por un lado de mi cuello, rodeándolo suavemente. Su peso se desplomó contra el mío y, entonces sus suaves labios presionaron contra mi frente. Me sujeté más firmemente a él, levantando la cabeza, esperando que su boca se posara sobre la mía. Dio un ligero paso atrás, dejó caer su mano de mi cuello. Abrí los ojos y pude ver cómo me observaba con su mandíbula contraída. Sus ojos brillaban excitados, pero su cara estaba endurecida. Aproximé mi cara a la suya, necesitaba sentir sus labios contra los míos. Él negó. 

No puedo —susurró él, pidiendo disculpas con la mirada. —Por favor, Lali no puedo hacer esto. Eres una menor, por favor, no me obligues hacerlo —suplicó él. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. 

No te estoy obligando a nada. —Estaba tan cerca, más cerca de lo que ha estado en estas últimas seis semanas, pero seguía siendo demasiado lejos. 

Lali, posiblemente piensas que no estás haciendo nada, pero créeme, es bastante duro para mí en un día normal, pero esto es una tortura. No quiero sentirme todo el tiempo un pedófilo, pero cuando estoy cerca de ti no lo puedo evitar. —Su mano se desplazó suavemente por mi costado, haciéndome temblar. 

Pedro, tú no eres un pedófilo —protesté. Inclinó la cabeza y besó las lágrimas mientras caían por mis mejillas. 

Técnicamente lo soy, porque no debería mirarte de la forma en que te miro. No debería querer besarte y abrazarte. No debería desear estar cerca de ti, y de ser a la última persona que vieras al dormirte. No debería, pero no puedo parar. En serio, lo he intentado, lo he intentado con todas mis fuerzas, pero no puedo evitarlo. —Frunció el ceño y apretó fuertemente su mandíbula. 

¿Es verdad que todavía te gusto? —pregunté. Esperanza crecía dentro de mí. 
Negó fieramente con la cabeza y sentí que mi corazón se rompía, otra vez, en mil pedazos. 

No me gustas, preciosa. Estoy locamente enamorado de ti —respondió suavemente, sintiéndose casi avergonzado al admitirlo. 

No sabía qué decir. Apenas podía respirar. ¿De verdad me había dicho que estaba enamorado de mí? La esperanza y la felicidad trataban de aplastarme pero no lo permití. Algunas veces me había hecho ilusiones... ¿y si ésta era otra de esas veces? ¿Qué pasaba si de repente cambiaba de idea y retiraba lo dicho? 
Me miraba con curiosidad. Bueno, en realidad se veía asustado y yo quería tranquilizarlo. Quería gritar que también lo amaba, que lo quería mucho, pero no me salía ni una palabra. Su cara se alargó aún más con mi silencio. 

Lo siento, no debí decirlo. Lo siento mucho —dijo dolido y mirándome con tristeza—, soy tu profesor y tengo que esforzarme en ser más responsable. Dejaré mi trabajo o lo que sea que tenga que hacer para poder mantenerme lejos de ti.
Estaba mascullando y atragantándose con las palabras, hablaba demasiado rápido. Lo aferré por las solapas del mono cuando se estaba apartando de mí. 

¿De verdad me amas? —susurré, no confiando en mi voz para hablar más fuerte. Tragó saliva y asintió. 

Sí, pero no debería habértelo dicho. Tengo que guardármelo como lo he estado haciendo las últimas semanas. Sonreí. No podía luchar más. Tenía el cuerpo erizado, sentía cómo se acumulaban lágrimas de emoción y me di cuenta de que, si él me amaba, tenía que intentarlo. Probablemente me arrancaría de nuevo el corazón cuando cambiara de idea, pero nada importaba en este momento. 

Yo también te amo, Peter —susurré sinceramente. Todo su cuerpo se tensó. Sus ojos se ensancharon de golpe antes de que una arrebatadora sonrisa se extendiera por su rostro. 

¿De verdad? —gimió presionándome contra la dureza de la piedra. Suspiró y con el brazo rodeó mi cintura mientras me explicaba. 

Pensé que había echado a perder mi oportunidad, sinceramente creí que te había perdido, La. Me moría de miedo. He estado triste sin ti las últimas semanas. —Sus ojos grises fijos en los míos me hacían sentir que flotaba. No quería seguir hablando. Necesitaba sus labios contra los míos. Ahora. Mi cuerpo estaba desesperado. 

Shh, es hora de dejar de hablar —susurré, repitiendo las palabras que le había dicho alguna vez. Subí las manos deslizándolas por su pecho, rodeando el cuello y enredándolas en el pelo de la nuca. Él gimió desde el fondo de la garganta y mi cuerpo pareció incendiarse. Su boca avanzaba tan lentamente hacía la mía que la espera me iba a matar, pero el momento era perfecto, privado y romántico, quería que durara para siempre. Finalmente su boca tomó la mía, presionando suavemente, sentí que nunca más volvería a respirar. Su lengua se deslizó sobre mis labios y deseosa de más, abrí la boca. Peter entró, explorando suavemente. Gemí cuando su increíble sabor me estalló en la lengua. Me besó profundamente mientras yo me aferraba con fuerza a su cuello para que no se alejara, no es que lo fuera a intentar, pero por si acaso. 
Interrumpió el beso justo cuando me estaba mareando ligeramente. Pensé que se estaba apartando, pero no lo hizo. Me besó el cuello, mordisqueando suavemente la piel y mis rodillas se aflojaron. Gemí ahogadamente cuando besó un camino desde el cuello hasta la oreja. 

Te amo, preciosa —susurró. Sonreí feliz y jalé un poco el pelo que tenía entre las manos. 

Yo también te amo —balbuceé, incapaz de hablar a través del torrente de sentimientos y sensaciones que pulsaban a través de mi cuerpo. Se apartó sonriendo de oreja a oreja mientras me retiraba suavemente el pelo de la cara. 

Siento tanto haberte herido, prometo que estaba tratando de hacer lo mejor para ambos. Casi me mató decirte que no podíamos estar juntos. La mirada de dolor que tenías, te lo juro, me perseguía todo el tiempo. Lo siento tanto, preciosa… ¿puedes perdonarme y darme otra oportunidad? Nunca volveré a hacerte daño, lo prometo… ¿Por favor? —suplicó apoyando su frente en la mía. Sus ojos clavados en los míos mostraban pena y arrepentimiento. Sonreí y apoyé mis labios contra los suyos por un par de segundos. 

Definitivamente —confirmé riendo como tonta y enrojeciendo. Estaba tan feliz que me sentía un poco mareada. Se rió y el sonido se pareció más a un gruñido de victoria. Envolvió mi cintura con los brazos y me levantó limpiamente del suelo, girando en círculos y haciéndome reír como loca. Me bajó lentamente, deslizándome por su cuerpo hasta que mis pies volvieron a tocar el suelo. Él reía entusiasmado, acariciando mis labios con los suyos, besándome con tanta pasión, que era casi demasiado fuerte de aguantar. Cuando se apartó, no pude borrar la sonrisa de mi cara. Este increíble hombre me quería, me amaba y quería estar conmigo. 

Peter por favor, no vuelvas a hacerme daño —supliqué contra sus labios. Jadeó y negó fieramente con la cabeza. 

No lo haré, te lo acabo de prometer. Sinceramente pensé que me olvidarías. No creí que tú pudieras sentir por mí lo que yo siento por ti. Pensaba que serías capaz de seguir adelante y ser feliz. Lo esperaba porque te mereces ser feliz. Pero cuando intentaste seguir adelante no pude controlar mis celos y te traté fatal. Lo siento mucho, preciosa. Debería apagar este sentimiento o ignorarlo y alejarme de ti, pero no soy capaz. Ni siquiera está permitido que te hable así, sin embargo, es imposible mantenerme lejos de ti. Aunque merezcas a alguien mejor que yo. 

Para mí no hay nadie mejor que tú —le dije con el ceño fruncido. 
Sonrió con gratitud antes de presionar otra vez sus labios contra los míos, terminando la conversación. 
Estaba enganchada con el beso, todo mi cuerpo vibraba por la necesidad de más, pero no hizo ningún movimiento para tocarme más allá de acariciar suavemente la espalda hacia arriba y hacia abajo. Un sonido fuerte y agudo atravesó el aire haciéndome chillar del susto. Peter se alejó de mí de un salto, como si hubiera estallado una bomba entre los dos. Mientras miraba alrededor asustada, Peter se echó a reír. 

Juego terminado —explicó todavía divertido, moviendo la cabeza. 
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¿QUÉ OS HA PARECIDO ESTE CAPITULÓN? ACÁ TIENEN LALITER CHICAS. <3


16 comentarios:

  1. me mori de amor... fue tan lindo y aora se beran clandestinamente que bonito . subi otro capi

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  2. hermosooooooooooooo simplemente lo amo, no puedo creer lo que son aaaahh me encanta esta parte y bueno me encantan todas las partes laliter jajaja ahora espero que quieran estar juntos clandestinamente por lo menos jajaja quiero mas ;)

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  3. Wwwwiii alfin estan juntos y se aman que tiernitos mmmaaassssss



    Alexandra. Cuevas

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  4. Muerte lentamente hahaha me encanto el CAP estuvo genial q divinos por fin :3 quiero mass

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  5. me muero!!!!!! ayy puede ser mas tierno? porfaaa sube otro!! otro necesito mas! me mata que vayan a estar en la clandestinidad

    PD: por cierto sentí un gran alivio al saber que el y la rubia de la profesora no estaban juntos ni acostandose ni NADA de NADA! jajajaja

    QUIERO MAS!!!


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  6. Porfisss aunque sea uno mas!!! Increíble, acertaste eligiendo la adaptación, es una historia que engancha de manera increíble.

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  7. Espero que al menos puedas subir uno mas hoy y ya serías demasiado genial =)

    besos

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  8. Al fin le confeso k ka seguia amando y se le quitarin los miedos a los dos.Espero k nadie los viera en esa situacion.

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  9. Buenisimooo!!! mas mas mas!

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